Durante el Eón Arcaico (antes el Arqueozoico), entre 4.000 y 2.500 millones de años atrás, la atmósfera de nuestro planeta estaba dominada por el dióxido de carbono y el nitrógeno, en unas proporciones similares a la de las atmósferas de Venus y Marte. También había óxido de azufre, fósforo y nitrógeno. Todos estos gases se acumulaban en la atmósfera debido a la actividad volcánica, entre 10 y 100 veces más prolífica que en la actualidad. En este entorno, los océanos se convirtieron en una reserva de los elementos inorgánico que habrían sido los primeros catalizadores de las reacciones orgánicas y en última instancia, de las enzimas.
Ahora, un equipo de microbiólogos, geoquímicos y especialistas en agua dulce de la Universidad de Waterloo, ha descubierto que muchos lagos canadienses pueden tener unas condiciones muy similares a las de aquellos océanos, hallazgos que podrían permitir avanzar en nuestros conocimientos sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, las proliferaciones de algas nocivas y las primeras formas de vida.
Hasta hace relativamente poco, los expertos contaban con apenas cuatro de estos lagos análogos, aquellos con condiciones primordiales similares, pero la mayoría se encuentran en lugares remotos o ecológicamente sensibles.
En este sentido, este hallazgo, publicado en Scientific Reports, es importante porque hay milles de lagos en la zona norte de Canadá que compartirían estas características.
«Con tantos lagos para estudiar – señala Jackson Tsuji, uno de los autores – este descubrimiento cambia la manera en que abordamos este campo de investigación. Es emocionante que estos lagos, que están básicamente en nuestro patio trasero, posean información que podría tener implicaciones para el clima global, pasado y presente, y la gestión del agua».
Los investigadores podrán utilizar estos lagos como laboratorios vivos para estudiar los microbios del pasado. Se cree que los microbios detectados en los lagos de la muestra metabolizan los compuestos de hierro con la ayuda de la luz solar, lo que puede ayudar a los investigadores a comprender cómo predecir y controlar las proliferaciones de algas nocivas porque el hierro juega un papel clave en la formación de bloques de algas.
Además, las comunidades microbianas únicas y previamente desconocidas, específicamente los microbios que consumen metano en el fondo de estos lagos, tienen amplias implicaciones para las emisiones de gases de efecto invernadero.
Juan Scaliter