El biólogo estadounidense Daniel H. Janzen ha obtenido el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento 2011 en su categoría de Ecología y Biología de la Conservación. Su trabajo se ha centrado sobre todo en desentrañar el funcionamiento de los ecosistemas tropicales y en la aplicación de esos conocimientos a la conservación de los mismos.
A partir del estudio de las orugas, ha desvelado un mapa de interacciones en los bosques tropicales que pone de manifiesto cómo la evolución de las plantas y semillas está influida por el tipo de animales que las consumen, y viceversa, y cómo la presencia de herbívoros regula la biodiversidad de los entornos en los que viven.
Ha sido uno de los pioneros en la identificación y clasificación de especies a partir de unas regiones determinadas del ADN, denominadas códigos de barras genéticos. Pero aún más innovador resulta el uso de ese método de trabajo como instrumento socioeconómico: Jansen ha enseñado a la población nativa del Área de Conservación de Guacanaste (Costa Rica), en la ha desarrollado su labor durante los últimos 40 años, a utilizar los códigos de barras genéticos para identificar especies y catalogarlas, convirtiéndolos así en colaboradores valiosos para la investigación. Esta figura del “parataxónomo” se ha replicado en otros proyectos internacionales y contribuye a incrementar el valor económico de la biodiversidad.
En estrecha colaboración con su esposa, la ecóloga Winnie Halwachs, ha aportado también avances decisivos a los métodos de restauración y conservación de los paisajes degradados.
A continuación reproducimos y traducimos las declaraciones efectuadas por Daniel Janzen a la Fundación BBVA, tras conocer que había sido galardonado. La ceremonia de entrega de los premios tendrá lugar en Madrid el próximo 21 de junio.
Traducción:
Este premio tiene dos implicaciones: por un lado, el dinero servirá para que otros investigadores más jóvenes puedan hacer las cosas que desean, para las que no han recibido financiación, y probablemente lo invirtamos en eso. Para mí personalmente significa que en el mundo hay gente que se preocupapor las mismas cosas que yo, tanto como para nominarme, o escribir cartas o lo que hayan hecho para que yo recibiera este premio, porque yo no me postulé a él, lo he sabido cuando me lo han dado.
Tenemos que recordar que los ecosistemas tropicales cubren al menos la mitad del planeta y dos tercios de la población del planeta vive en ellos. Por eso influyen sobre un gran número de personas. Puede que su impacto no afecte a tantas cuentas corrientes como lo hacen algunos ecosistemas del norte, pero desde luego sí afecta a muchas personas. Si permitimos la destrucción de estos ecosistemas, estaremos condenando a muchísima gente a vivir una vida muy vacía, porque la humanidad no se inventó en zonas de aparcamiento, ni campos de alfalfa, ni con la lectura de cómics, sino a través de una interacción muy compleja con el mundo. Gran parte de esa interacción vive en los trópicos, o por lo menos vivía en ellos y ahora corremos el peligro de perderla en gran medida. Pero aún nos queda bastante, y por ello, perderla significaría condenar a la gente a una vida muy vacía, a esa vida formada sólo por las personas, a diferencia de la que está constituida por millones, literalmente, de otros seres.
«Mi impresión es que los ecosistemas tropicales están mucho más amenazados y afectados por la mala salud que los ecosistemas situados fuera de los trópicos. Estos son bastante robustos y resistentes y pueden soportar más daños que los tropicales, muy frágiles, que pierden especies y se desequilibran con mucha facilidad. Aquí corremos un riesgo mucho mayor de perder enormes segmentos de biodiversidad que en los ecosistemas al norte o al sur de los trópicos.
Realizo dos tipos de investigación: uno es muy académico, lo llevo a cabo desde que tenía 10 años y consiste en indagar qué orugas comen cada tipo de plantas y qué parásitos y depredadores se comen a esas orugas. Poco a poco estoy desentrañando lo que denominamos la red trófica de un ecosistema tropical muy grande y complejo, en el que intento identificar cuáles son todas esas especies de plantas, cuáles son esas especies de orugas que se las comen y por qué, cuándo y dónde lo hacen, así como cuáles son los parásitos y depredadores que tienen esas orugas en un ecosistema tropical determinado, que es en el que estamos ahora mismo y en el que trabajamos, el bosque tropical seco, más los bosques tropicales húmedo y nuboso. Eso es lo que hago como investigador académico y con ello no intento responder a ninguna cuestión de ciencia aplicada en particular.
La otra rama de investigación consiste en ayudar al personal y la administración de esta enorme zona de conservación a hacerla mucho mejor. Puede que esto no merezca tanto la denominación de investigación, como la de sociología aplicada, ingeniería y reflexión sobre cómo ayudar a sobrevivir a todas las especies que viven aquí, pero eso es lo que hago en el otro aspecto de mi investigación, contribuir a que esta enorme extensión de terreno salvaje siga funcionando.
Pilar Gil Villar