Adam Summers es profesor de Biomecánica en la Universidad de Washington. Su foco de interés son los peces, y para poder estudiarlos en detalle recurre a una técnica del siglo pasado.

El proceso completo puede llevar meses. Primero se sumerge al espécimen en una solución de formaldehído durante 24 horas, con el objetivo de preservar los huesos y cartílagos, y hacerlos permeables a las tinturas.

De aquí a la eternidad

Después de lavar durante 12 horas a cada animal, cuidando de cambiar el agua, Summmers los coloca en un recipiente con etanol que permitirá que se conserven para siempre.

Cristalino

Para quitar la carne del pescado y dejar solo las estructuras teñidas se recurre a una enzima digestiva llamada tripsina. Solo cuando se ven los cartílagos claramente el espécimen está listo.

Con pluma azul

Summers recurre al azul alcián para dar tono a los cartílagos. El nombre de este tinte proviene del martín pescador común (Alcedo atthis), un ave de característico plumaje azulado.

Una enzima de cuidado

Dependiendo del tamaño del pez, la etapa de tinción puede llegar a durar hasta una semana. Hay que tener cuidado, ya que la tripsina es capaz de destruir por completo la obra.

Rubia o pelirroja

Una vez completamente limpias, Summmers tiñe las estructuras óseas con rojo alizarina, un tinte orgánico que se obtiene a partir de las raíces de la rubia (Rubia tinctorum).

El último paso

Una vez que el rojo y el azul son claramente visibles, se aplica peróxido de hidrógeno –o lo que es lo mismo, agua oxigenada– para quitar cualquier mancha oscura que se haya colado.

Una vida dedicada a la ciencia

La mayoría de los peces con los que trabaja este profesor universitario proviene de laboratorios en los que fueron objeto de diferentes estudios científicos.

A posar

Para obtener las imágenes de este reportaje, Summers sumergió los peces en glicerina y esperó varias horas para asegurarse de que no se movieran. Solo entonces inmortalizó sus rasgos.