No es un matrimonio, pero sí una buena pareja que va a salvar parte de los 260 millones de dólares que produce el negocio de la miel en EEUU. Y mejor, para asegurar que la abeja occidental ( Apis mellifera) siga cumpliendo su función polinizadora, crucial en un país donde las cosechas reportan unos 15.000 millones de dólares.
El insecto está padeciendo la indeseable compañía de ácaros Varroa, que les producen enfermedades mortales al chuparles la sangre. Los entomólogos de la Unidad de Investigación de la Selección, Genética y Fisiología de Abejas de Miel de Louisiana (EEUU) han descubierto en los miembros de algunas colmenas un rasgo genético especial que inhibe la capacidad de poner huevos de esos parásitos.
Así que, igual que se hace con la cría selectiva del ganado, usan el semen de los machos de los panales “resistentes” para inseminar las reinas de otras colonias donde los ácaros sí logran reproducirse. Una vez nacidas nuevas abejas resistentes, los apicultores “alquilan” los servicios de sus enjambres para polinizar, por ejemplo, las plantaciones de pepinos, calabazas, sandías, y melones del tipo cantalupo de Maryland (EEUU).