En un reciente estudio, publicado en el European Heart Journal, científicos liderados por Ulrich Laufs, señalan que los ejercicios de resistencia, como correr, nadar, el esquí nórdico o montar en bicicleta, ayuda a envejecer mejor que las rutinas de fuerza con pesas. El equipo de Laufs analizó los efectos de tres tipos de ejercicio: entrenamiento de resistencia, entrenamiento de alta intensidad con intervalos y entrenamiento con pesas.

Los resultados mostraron que la resistencia y el entrenamiento de alta intensidad disminuyeron o incluso revirtieron el envejecimiento celular, algo que no se apreció en el entrenamiento con pesas.

Nuestro ADN está organizado en cromosomas en todas las células de nuestro cuerpo. Al final de cada cromosoma hay una secuencia de ADN repetitiva, llamada telómero, que “cubre” los extremos del cromosoma y evita que se deterioren. A medida que envejecemos, los telómeros se acortan (como si disminuyera la tinta en una fotocopiadora, que comienza a hacer copias de peor calidad), lo que produce el envejecimiento celular, que culmina en la muerte celular cuando el telómero ya no es capaz de proteger el ADN cromosómico. El proceso de acortamiento de los telómeros está regulado por varias proteínas. Entre ellas se encuentra la enzima telomerasa, capaz de contrarrestar el proceso de acortamiento e incluso aumentando la longitud de los telómeros.

Para evaluar los efectos de las diferentes rutinas físicas en el envejecimiento celular, el equipo de Laufs reclutó a 266 voluntarios (jóvenes, sanos pero previamente inactivos) y les asignaron al azar en uno de los siguientes cuatro grupos a lo largo de seis meses. El primero llevó a cabo un entrenamiento de resistencia (carrera continua), el segundo rutinas en intervalos de alta intensidad (calentamiento, seguido de cuatro carreras de alta intensidad y luego una más lenta), un tercero grupo que se centró en rutinas con pesas (un circuito en ocho máquinas que trabajaban los principales grupos musculares) y un último grupo que mantuvo una vida sedentaria y actuó como control.

Los participantes realizaron tres sesiones de 45 minutos por semana y se analizó la longitud de los telómeros y la actividad de la telomerasa en los glóbulos blancos al inicio del estudio, y de dos a siete días después del último ejercicio seis meses después.

“Nuestro principal hallazgo – explica Laufs – es que, en comparación con el inicio del estudio y el grupo de control, en los voluntarios que realizaron los entrenamientos de resistencia y alta intensidad, se observó un aumento en la actividad de la telomerasa y en la longitud de los telómeros. Curiosamente, el entrenamiento de resistencia no produjo los mismos efectos”.

De acuerdo con los resultados, la actividad de la telomerasa se incrementó de dos a tres veces y la longitud de los telómeros aumentó significativamente en los dos primeros grupos en comparación con aquellos que realizaron pesas y con el grupo de control.

“El estudio – concluye Laufs – identifica un mecanismo mediante el cual el entrenamiento de resistencia, pero no las rutinas con pesas o máquinas, mejora el envejecimiento saludable. Esto puede ayudar a diseñar futuros estudios sobre este importante tema utilizando la longitud de los telómeros como indicador de la “edad biológica” de deportistas

Juan Scaliter