Del mismo modo que algunas supersticiones echan raíces en el conocimiento popular (“no pases bajo una escalera”), hay mitos que nos hemos contagiado entre todos y se han convertido casi en verdades. Por suerte la ciencia ha hecho acto de presencia y nos da herramientas para desbancarlos. Y no, los avestruces no esconden la cabeza ante un peligro.

Rayos y centellas

“Los rayos nunca caen dos veces en el mismo sitio”. ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? Por lo menos decenas. La afirmación se ha convertido en un mantra que se aplica a otros hechos para señalar que si algo malo sucedió una vez, no puede volver a suceder. Desafortunadamente, no tiene nada que ver con los rayos reales.

Los rayos son una gran descarga electrostática que busca una forma de descender a la Tierra. Obviamente no le interesa si el sitio al que desciende ya fue visitado por otro rayo o no. Las construcciones más altos, como los árboles y los rascacielos, suelen ser objetivos frecuentes porque es la distancia más corta entre tierra y el origen del rayo. De hecho, cada año caen cerca de 100 rayos caen sobre el Empire State Building.

Hace tiempo, la Nasa publicó un estudio en el que analizó la caída de 386 rayos y descubrió que más de un tercio de ellos se ramificaron y alcanzaron varios lugares a la vez. Así, los rayos no solo caen en el mismo sitio más de una vez, sino que a veces lo hacen en dos lugares distintos al mismo tiempo.

El giro del Ecuador

Otra “verdad” que hemos escuchado cientos de veces: el agua del váter gira diferente dependiendo del hemisferio. Lamentablemente esto no es así. Si bien los huracanes y otros sistemas de tormentas gigantes giran en sentido contrario a las agujas del reloj en el hemisferio norte y en el sentido del reloj en el hemisferio sur (debido al efecto Coriolis) esto es algo que ocurre cuando hablamos de grandes masas. El agua de un váter o del grifo es mínima y obviamente no alcanza para responder del mismo modo. Por lo tanto, no vayas a Australia o a Agentina para hacer la prrueba. Harás el ridículo

Debido a la rotación de la Tierra, el efecto de Coriolis significa que los huracanes y En teoría, el agua de drenaje en un inodoro (o una bañera, o cualquier recipiente) debería hacer lo mismo…

Porque alguien ya lo ha hecho.

No eres tan grande

Es una pregunta recurrente: ¿cuál es el organismo más grande que ha habitado el planeta? La respuesta parece obvia: la ballena azul . Con unas 150 toneladas de peso y casi 30 metros de largo, es más grande que cualquier dinosaurio del pasado. Pero no le llega ni a los talones al , a priori, modesto hongo Armillaria ostoyae. Aunque lo de modesto es irónico. Este hongo habita el note del continente americano y uno de los ejemplares cubre unos 8,9 kilómetros cuadrados, pesa cuatro veces más que una ballena (605 toneladas) y tiene unos 2.400 años.

Ni a ciegas ni a locas

Los murciélagos son ciegos y usan la ecolocalización en lugar de la vista. Pues no, en absoluto. De hecho ven en blanco y negro y en la penumba mejor que los humanos. La gran diferencia es que carecen de receptores de color pero a las horas que salen de sus cuevas, eso no les importa mucho.


Que no te vendan humo

Desafortunadamente hay mucha gente que se cree los comerciales que hablan de los beneficios del cartílago de los tiburones contra el cáncer, basado en la premisa de que estos animales no lo padecen. Pues mentira. Si bien es raro, sí se han encontrado casos de tiburones con tumores. Lo que ocurre es que los escualos tienen un compuesto llamado inhibidor de la angiogenina que reduce la capacidad de un tumor para formar vasos sanguíneos y alimentarse y desechar productos nocivos. Como resultado, los tumores mueren al ahogarse en sí mismos (o al menos en la porquería que producen). Desafortunadamente todavía no se ha podido usa este compuesto en humanos. Así que, que no nos vendan humo.

Los peces tienen memoria de ídem

En tiempos recientes, Dory (la protagonista de Buscando a Nemo y Buscando a Dory) se ha convertido en la prueba “viviente” de que los peces no tienen memoria, que en cinco segundos se olvidan de todo y van por los océanos en un constante “si te he visto no me acuerdo”. Un buen ejemplo es el pez dorado (Carassius auratus) que supuestamente conserva sus recuerdos apenas 7 segundos. Algo que está muy alejado de la verdad. Los peces dorados, según explica un estudio, son capaces de recordar hasta 3 meses después lo que les ha ocurrido en el pasado.

Mi vida en 24 horas

Otro mito animal: las moscas viven 24 horas. La realidad es que quienes viven apenas un día son los Ephemeroptera, conocidos comúnmente como efímeras: su etapa adulta no se extiende más allá de las 24 horas. Pero las moscas viven bastante más, al menos en términos de insectos: hasta 30 días.

Mentiras dulces

Estamos ante otra creencia popular que los padres y madres hemos contribuido a popularizar: el azúcar hace que tu hijo sea hiperactivo. Sí produce caries, sí puede llevar a la obesidad, pero el azúcar no cambia el comportamiento de los más pequeños. Esa es la conclusión de un estudio doble ciego. Los resultados mostraron que ni afecta la conducta ni a las habilidades cognitivas…de los hijos. Lo que sí ocurre es que después de ver o enterarnos que nuestros niños acaban de consumir una gran dosis de azúcar, es más probable que los padres y madres pensemos que su conducta se ha vuelto…insoportable, agresiva, vamos, que no para y que todo es culpa del azúcar.

El lado oscuro de la muralla

Desde la Luna, la única construcción humana que se ve es la Gran Muralla China. Lamentamos la desilusión, pero estamos ante otro mito. Neil Armstrong respondió, negativamente, a ello en vaias oportunidades. Y la Nasa lo ha confirmado también. Sí es visible desde la Estación espacial Internacional, pero también dependiendo de la hora y de la incidencia del sol.

Algunos astronautas, en particular Eugene Cernan y Ed Lu, han dicho que han visto el muro desde una órbita baja. Pero tiende a aparecer solo en ciertas condiciones de iluminación. Cuando el sol está bajo en el horizonte, por ejemplo, las paredes proyectan sombras extendidas que permiten discernir su silueta.

Juan Scaliter