El cometa ISON podría regalarnos un magnífico espectáculo navideño. O no. Su órbita, iniciada en la nube de Oort, en los confines del Sistema Solar, le acercará mañana a “solo” 1,9 millones de kilómetros del Sol, antes de iniciar el regreso a su punto de partida. En ese camino de vuelta pasaría relativamente próximo a la Tierra y adornaría nuestras noches entre diciembre y enero. Pero únicamente si consigue sobrevivir a la aproximación, seguida desde hace meses por astrónomos y aficionados de todo el mundo.

[image id=»62823″ data-caption=»El cometa fotografiado el 22 de noviembre desde el Observatorio del Teide (Instituto de Astrofísica de Canarias) © J.C. Casado, tierrayestrellas.com, iac.es» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Las amenazas que le acechan serán un aumento de temperatura que le llevará a los 5.000º C y las nubes de plasma magnetizado (CME) expelidas por las manchas solares en plena actividad. Bajo su efecto podría desintegrarse por completo, como ocurre con miles de cometas de órbitas tan extensas como la suya, conocidos como sungrazers.

Su destino final dependerá en gran medida de su densidad. “Si es baja, tenderá a romperse más fácilmente”, según Fernado Moreno, del Instituto de Astrofísica de Andalucía, pero también “de factores más sutiles, como si su forma es más o menos elongada, ya que eso determina la manera en que va rotando”. Por ahora, se cree que tiene unos 10 km de diámetros, relativamente poco en comparación con los 50 km del famoso Hale Boop.

Hasta hace unos días se lo ha podido observar a simple vista en cielos muy claros justo antes del amanecer. Su característica cola, formada por las partículas de polvo liberadas al sublimarse el hielo por el aumento de temperatura, lo hacía inconfundible en la zona sureste del horizonte. El pasado día 13 experimentó un repentino e intenso aumento de brillo, muy probablemente debido a un aumento en su producción de gases.

La existencia de ISON, cuyo nombre oficial es C/2012 S1, se conoció el 21 de septiembre de 2012, cuando los astrónomos Vitali Nevsky y Artyom Novinchok lo detectaron desde la International Scientific Optical Network (ISON), que le da nombre, situada en Kislovosk (Rusia). Independientemente de su destino, las observaciones que están llevándose a cabo desde distintos puntos del planeta, así como diversas sondas y satélites espaciales, nos ayudarán a comprender un poco mejor la dinámica de estos cuerpos, considerados restos del material que dio origen al Sistema Solar, y de su posible papel en la llegada de sustancias que hicieran posible la vida en la Tierra.

Ojalá también nos regale un poco la vista.

Pilar Gil Villar