[image id=»65111″ data-caption=»Un páramo sin vida. Las primeras formas vivas surgieron hace 3.800 millones de años en un planeta absolutamente inhóspito. » share=»true» expand=»true» size=»S»]

La glaciación global podría haber provocado extinciones masivas, creando los llamados “cuellos de botella” genéticos, un mecanismo que sabemos que acelera la evolución. La concentración de oxígeno atmosférico, iniciada mucho antes, podría haber alcanzado un punto crítico a finales del Proterozoico, haciendo posible la existencia de organismos pluricelulares.

Los mecanismos genéticos básicos que controlan el crecimiento de los seres vivos, que son sorprendentemente similares en todos los grupos actuales, podrían haber conseguido un grado suficiente de complejidad como para permitir el desarrollo de formas de vida mucho más complejas. La invención de la caza, en un mundo hasta entonces dominado por organismos autosuficientes, quizá puso en marcha una desesperada carrera evolutiva predador-presa, en la que la nueva presión selectiva habría acelerado las modificaciones corporales para asegurar la supervivencia.

Hay muchas explicaciones para la súbita aparición de todos esos grupos animales en nuestro pasado. Pero no sabemos cuál es la más importante, si es que la Explosión Cámbrica no fue una confluencia de todas ellas. Hace demasiado tiempo, y tenemos demasiados pocos fósiles; tal vez nunca lleguemos a saber cuál fue el origen último de este cambio, quizá el más importante de la Historia de la Vida en la Tierra.

Redacción QUO