Los tiranosaurios han llegado a nosotros con una imagen colosal, potente, aterradora. Pero ¿y si hubieran tenido momentos de diversión a su manera? Por ejemplo, jugueteando con los restos óseos de sus presas, una vez saciado su apetito. Es la idea que propone Bruce Rothshield en Ethology, Ecology & Evolution. Tras analizar las marcas en fósiles de otros dinosaurios (ceratopsios, cercanos a los Triceratops), ha llegado a la conclusión de que no corresponden a mordiscos de caza, ni a huellas de descuartizamiento. Más bien estarían producidas por una manipulación más “lúdica”.

Para reforzar la hipótesis del juego, el autor recuerda que ese comportamiento también se da en las aves actuales, las descendientes de los antiguos dinosaurios. Muchos loros, córvidos y aves tropicales como los cálaos, juegan entre ellos y manipulan objetos de forma individual. ¿Podrían haber heredado las costumbres de sus antepasados?

Pilar Gil Villar