Un trozo de uña. Una pequeña pieza de queratina. Allí estaría la respuesta a un enigma que lleva 170 años intrigando a científicos, expertos en historias y frikis del Polo Norte.
En 1845 el capitán de la Royal Navy británica John Franklin se dirigió al Ártico junto a 129 tripulantes a bordo del HMS Erebus y el HMS Terror. El objetivo era encontrar un pasaje que conectara los océanos Pacífico y Atlántico en el norte. Nunca regresarían. Ninguno de ellos.
En 1846 ambas naves quedaron atrapadas por el hielo. Franklin murió al año siguiente y en 1848 los supervivientes abandonaron los buques para intentar encontrar un puesto habitado por comerciantes. Pese a las numerosas expediciones que se realizaron, los barcos fueron hallados recién en 2008.
Durante años se especuló que la posible causa de estas muertes habría sido envenenamiento por plomo. Pero sendos estudios, uno realizado en 2013 y otro un año después, mostraron que si bien los niveles de este metal eran altos, eran consistentes con los que presentaban otras personas de la época.
Los investigadores, liderados por Jennie Christensen, lograron reconstruir la dieta y las condiciones de salud de uno de los miembros de la tripulación de Franklin a partir de químicos conservados en sus uñas. Los resultados, publicados en Journal of Archaeological Science: Reports, muestran cómo la exposición a diferentes metales fue cambiando a lo largo de las semanas en los exploradores. Y, junto a esto encontraron un posible culpable: la deficiencia de zinc. La carencia de este elemento provoca síntomas como inestabilidad emocional, diarrea o depresión del sistema inmune, aumentando las posibilidades de contraer tuberculosis o neumonía.
«Dado el patrón de concentración de zinc en las uñas del tripulante – explican los autores en el estudio –, es probable que la comida enlatada no fuera rica en zinc y que no tuvieran acceso a carne fresca con la que completar la dieta. Aunque estas especulaciones se basan en un solo miembro de la tripulación, es lógico asumir que el resto de la expedición sufrió una suerte similar”.
Juan Scaliter