En 1896, en los primeros Juegos Olímpicos modernos en Atenas, hubo 9 deportes. En Tokio 2020 habrá 33. Entre los nuevos ingresados figuran escalada deportiva, karate, beisbol (unido al softball), patinaje, squash, wakeboard y el arte marcial chino wushu.
Para aceptar un nuevo deporte, el Comité Olímpico Internacional (COI) evalúa diferentes criterios entre los que figuran aportar un valor añadido, que sea tentador para el público más joven y para los medios, que promueva la igualdad de género, que produzca un impacto mínimo en el resto de los eventos o en las cuotas de los otros deportistas (se supone que hay un máximo de participantes que pueden acudir a los JJOO) y que no impacte de modo negativo en los costes operativos y de infraestructura del país anfitrión.
Seguramente alguno de estos motivos se oculta detrás de la negativa a que deportes como el surf, el baile, los bolos o el netball (similar al baloncesto) se incorporen al panteón olímpico.
Pero hay dos “deportes” que buscan un lugar propio.
En enero de este año, la International Pole Sports Federation (Federación Internacional de Deportes de Barra, IPSF por sus siglas en inglés) se reunirá con el COI, para presentar un nuevo informe requerido por el propio organismo olímpico.
Al baile de barra se le podrían sumar el muay thai, el break dance y la animación o cheerleading.
La primera prueba para ver la recepción que tienen estos “concursantes” serán los juegos de la juventud que se celebrarán en 2018 en Buenos Aires y que los tendrán en su programa, al menos como invitados.
Juan Scaliter