Muchas partes de nuestro cuerpo, como las células sanguíneas y el revestimiento del intestino, se renuevan continuamente a lo largo de la vida. Otras, como el corazón, no tienen esa capacidad, lo que provoca que el daño causado por un ataque cardíaco, produzca cicatrices permanentes que con frecuencia resulta en un debilitamiento grave del corazón, conocido como insuficiencia cardíaca.
Durante años, Lawrence Lum, de la Universidad Texas Southwestern ha trabajado con fármacosdirigido a moléculas de señalización Wnt (contracción de los términos Wingless e Int, el primero de ellos significa “sin alas”, ya que las moscas con una mutación en el gen que codifica estas proteínas nacían sin alas). Estas moléculas son cruciales para la regeneración del tejido, pero también contribuyen con frecuencia al cáncer. Y ese era el objetivo de Lum. Pero al testarlo en roedores, descubrieron algo inesperado.
“Vimos muchos efectos adversos predecibles en el hueso y el cabello, por ejemplo – explica Lum en un comunicado –, pero lo que fue sorprendente fue que el número de cardiomiocitos (células del músculo cardíaco) habían aumentado ligeramente”.
Basándose en estos datos, los investigadores indujeron ataques cardíacos en ratones y luego los trataron con un el fármaco. Los resultados, publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences, mostraron que, tras el tratamiento, la capacidad de los corazones para bombear sangre había mejorado casi dos veces en comparación con los animales no tratados.
Juan Scaliter