En una competencia, los humanos observamos en detalle para captar cualquier señal de debilidad, pero los lémures solo precisan su olfato. El olor corporal es fundamental para los lémures de cola anillada. Los machos y las hembras tienen potentes glándulas de olor en sus genitales que secretan una sustancia maloliente. Cuando untan estas secreciones en su territorio, dejan una señal compuesta de 200 a 300 sustancias químicas diferentes que le dice a otros lémures que han estado allí y si están listos para aparearse.
Gracias a dichas señales, estos primates de Madagascar pueden decir si un lemur es más débil, lo que hace que los machos actúen con mayor agresividad.

«Nuestro estudio – explica en un comunicado, la autora principal, Christine Drea – muestra que la lesión física de los compañeros amortigua la firma del olor de un animal de un modo que sus contrapartes pueden detectar”. Las conclusiones se han publicado en Scientific Reports.

En una ocasión, un macho llamado Aracus se lastimó en una pelea con un rival más joven y se cortó la mano y la mejilla. En otro caso, un lémur llamado Herodoto se lastimó el dedo gordo del pie durante un mal aterrizaje.
Las pruebas revelaron que las lesiones cambiaban el cóctel químico que compone el aroma de los lémures: el número de compuestos disminuía un 10%, un descenso particularmente notorio durante la época de apareamiento, cuando las peleas son más comunes.

“La temporada de apareamiento es un período de mayor estrés – añade Drea –. Los machos que se lesionan durante esta época no pueden mantener sus señales olfativas. En otras palabras, no pueden demostrar lo que valen ya que las señales de este tipo son energéticamente costosas”
El equipo de Drea creen que los lémures pueden utilizar su aroma para detectar cambios en la capacidad de lucha de sus competidores y actuar de forma más agresiva cuando huelen la debilidad.

Juan Scaliter