A la mayoría de nosotros, unas algas en la playa apenas si nos despiertan curiosidad y son muchas las playas que, de madrugada, utilizan servicios específicos para limpiar el litoral de su presencia. Pero Erasmo Macaya es muy diferente y al tropezar con un grupo de algas marinas en una playa antártica, supo que había encontrado algo único.

Un reciente estudio, publicado en Nature Climate Change, demuestra cuan importante ha sido el hallazgo: las algas se habían desplazado 20.000 km para llegar a las mencionadas costas, lo que constituye el viaje más largo registrado para un organismo que se deja llevar por la corriente.

Para llegar allí, las algas marinas tuvieron que atravesar barreras creadas por vientos polares y corrientes que, hasta ahora, se consideraban impenetrables. Esto significa que la Antártida no está tan aislada del resto del planeta como se había pensado, lo que tiene importantes implicaciones sobre cómo los ecosistemas antárticos cambiarán con el calentamiento global.

«Este hallazgo nos muestra que diferentes plantas y animales pueden llegar a la Antártida a través del océano – explica la coautora Crid Fraser
en un comunicado – . Siempre pensamos que las plantas y los animales antárticos eran distintos porque estaban aislados, pero esta investigación sugiere que estas diferencias se deben casi por completo a extremos ambientales, no al aislamiento”.

Las muestras de ADN tomadas de las algas revelaron que un espécimen se desplazó desde las islas Kerguelén y otro desde el sur de Georgia. Esto significaba que las rutas que tomaron para llegar a la Antártida debieron de tener decenas de miles de kilómetros de largo.

“Estos son viajes asombrosos, pero también preocupantes – concluye Fraser –. Evidencian que los ecosistemas antárticos podrían ser más vulnerables al calentamiento global de lo que sospechábamos. Algunas partes de la Antártida se encuentran entre los lugares de calentamiento más rápidos de la Tierra. Si las plantas y los animales llegan a la Antártida con bastante frecuencia flotando en el océano, podrán establecerse tan pronto como el entorno local sea lo suficientemente agradable para ellos y crear un desequilibrio muy importante”.

Juan Scaliter