Investigadores de la Universidad de California, Berkeley, liderados por Matthew Walker, descubrieron que las personas privadas de sueño se sienten más solitarias y menos inclinadas a relacionarse con los demás, evitando el contacto cercano casi de la misma manera que las personas con ansiedad social.
Peor aún, ese ambiente alienante hace que las personas privadas de sueño sean socialmente menos atractivas para los demás. Este efecto también parece ser “contagioso”: aquellos que han descansado bien admiten experimentar soledad después de un breve encuentro con una persona privada de sueño, lo que podría desencadenar un contagio viral de aislamiento social.
Los hallazgos, publicados en Nature Communications, son los primeros en mostrar una relación entre la pérdida de sueño y el aislamiento social, arrojando nueva luz sobre una epidemia global de soledad.
El equipo de Walker analizó escáneres cerebrales de personas privadas de sueño cuando veían vídeos de extraños que caminaban. Las imágenes obtenidas mostraban una poderosa actividad de repulsión social en las redes neuronales que normalmente se activan cuando los humanos sienten que su espacio personal está siendo invadido. La pérdida de sueño también debilita la actividad en las regiones del cerebro que normalmente fomentan el compromiso social.
“Los humanos somos una especie social, sin embargo, la privación del sueño puede convertirnos en leprosos sociales – explica Walker en un comunicado –. Cuanto menos horas duermas, menos quieres interactuar socialmente. A su vez, otras personas te perciben como socialmente más repulsivo, lo que aumenta aún más el grave impacto de aislamiento social de la pérdida del sueño. Ese círculo vicioso puede ser un factor importante que contribuye a la crisis de salud pública que es la soledad».
Además, se ha descubierto que la soledad aumenta el riesgo de mortalidad en más del 45%, el doble del riesgo de mortalidad asociado con la obesidad.
Desde un punto de vista evolutivo, el estudio desafía la suposición de que los humanos están programados para alimentar a los miembros socialmente vulnerables de su grupo para la supervivencia de la especie. La teoría de por qué ese instinto de protección puede fallar en el caso de la privación del sueño, es que “no existe una red de seguridad biológica o social para la privación del sueño, como por ejemplo, la inanición. Es por eso que nuestra salud física y mental se perjudica tan rápido incluso después de la pérdida de una o dos horas de sueño. Lo positivo es que solo una noche de buen sueño es suficiente para hacernos sentir más sociables”.
Juan Scaliter