¿Por qué hay hervíboros que se alimentan de plantas venenosas? Hasta ahora se creía que las responsables de contrarrestar su efecto tóxico eran unas enzimas producidas por el hígado. Pero ahora se ha confirmado que cuentan con una segunda arma secreta: algunas de las bacterias que viven en su intestino.

Y para llegar a esa conclusión se ha utilizado un método cuando menos llamativo: el trasplante de heces. Kevin Kohl, biólogo de la Universidad de Utah, y su equipo han añadido al alimento de un grupo de ratas de monte de la Gran Cuenca excrementos del otras ratas de monte del desierto de Mojave. A las primeras les habían administrado previamente unos antibióticos que las dejaron sin las bacterias defensoras ante las toxinas de la gobernadora, un arbusto del desierto. Tras ingerir su suculenta dieta, la toleraron tan bien como sus parientes donantes.

Este experimento, publicado en la revista Ecology Letters, tiene trascendencia para dos ámbitos fundamentales: la conservación de la naturaleza y la ganadería.

En el primer caso, hay que tener en cuenta que “los mamíferos adquieren sus microbios durante el parto, por contacto con los microbios vaginales y fecales de sus madres”, como afirmaba Kohl en la nota de prensa de su universidad. “Otras fuentes posibles son la superficie delas hojas, el suelo o las heces de otros animales”. Por eso, los animales criados en cautividad pueden carecer de muchas de las bacterias que les protegerán de según qué plantas. Al ser introducidas de nuevo al medio natural, contarán por tanto con un menú mucho más escaso. Conocer este fenómeno resulta especialmente valioso en el caso de las especies amenazadas.

En la ganadería es frecuente suministrar a los animales antibióticos, que reducen su microbioma. Con este experimento, se abre la posibilidad de usar el trasplante de heces de otras especies para que, cuando escasea el pasto, puedan alimentarse de arbustos y hierbas de su entorno que les resulten tóxicas de forma natural. Kevin Kohl ha anunciado su intención de investigar esta vía introduciendo bacterias intestinales de ratas en ovejas y cabras.

Si resulta, tendremos que acostumbrarnos a un nuevo mercado de heces medicinales.

Pilar Gil Villar