Pensamos que somos animales muy sofisticados, y puede que tengamos razón. Pero, en lo que se refiere a la pesca, ninguna arte humana ha conseguido alcanzar la insidiosa estrategia de los peces luminiscentes de la noche marina. Estas criaturas, que por su horripilante aspecto se diría que tienen suerte de haber nacido donde no llega la luz -el vídeo de abajo no puede llevar a otra conclusión-, tienen en su organismo sustancias químicas que producen luz en respuesta a ciertos estímulos. El hambre es uno de ellos. Aunque asegurar el sustento no es la única función de su bioluminiscencia, es una muy importante: sus brillos atraen a los seres que sienten curiosidad hacia los colores que desprenden, solo para luego comérselos.
Redacción QUO
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