“Las rosas son rojas, azul es el mar…”. Un momento…no. Las rosas también podrán ser azules gracias a la ciencia.

Sí, habéis oído bien. Un grupo de científicos ha conseguido variar uno de los colores habituales de los crisantemos (rosa, amarillo y rojo) por un tono que se puede considerar verdaderamente azul, y no un violeta azulado, variando apenas dos genes. Un enfoque que podría ser aplicado a más flores comercialmente importantes, como las rosas, los claveles o los lirios.

Según un autor de la investigación, que ejerce como biólogo en el Instituto neozelandés de investigación sobre plantas en Palmerston North, Nick Albert: “Los consumidores aman la novedad”. Y estamos seguros de que esta va a hacer que se enamoren perdidamente y las querrán para llenar sus jardines. Este avance es importante, porque habitualmente encontramos flores que son azuladas, pero es difícil encontrar un verdadero azul en la naturaleza. Tras decenas de intentos en laboratorio para conseguir este efecto de forma artificial, han dado con la clave: insertar la correcta combinación de genes en sus genomas para que estas crezcan con el tono azul deseado.

¿Cómo conseguir el verdadero azul?

El líder de la investigación, Naonobu Noda, ya consiguió en 2013 un acercamiento a este resultado al conseguir un color violeta en un crisantemo (Chrysanthemum morifolium)al manipular uno de sus genes con otro de una Campanilla de Canterbury (Campanula medium). Esta vez, tan solo dos genes de la flor conocida como “Conchita azul” (Clitoria ternatea) han bastado para que unos crisantemos hayan florecido de un color azul intenso. Los investigadores descubrieron que los genes fueron capaces de transformar la estructura molecular de las antocianinas de las flores, es decir, los pigmentos hidrosolubles que se hallan en sus células y que les otorgan el color rojo, púrpura o azul. Cuando estos pigmentos modificados interactuaron con los compuestos llamados “glucósidos flavonoides”, los crisantemos florecieron de color azul.

Según los integrantes del estudio, esta investigación ayudará no solo a la industria comercial de las flores, sino también a la creación de colorantes artificiales sostenibles.

Fuente: ScientificAmerican

Alberto Pascual García