He aquí una preocupante e impresionante ventana a un mundo de pobreza real en demasiados lugares del planeta. El pequeño, semidesnudo, queda eclipsado por esa montaña de rezumante basura. Los marabús están amenazados, pero para mí, lo importante de esta historia es cómo ayudar al niño. Mucha gente ve el Día Mundial del Medio Ambiente como ocasión para presionar más a los gobiernos para que gasten fortunas en reducir las emisiones de carbono y así disminuir mínimamente el incremento de temperatura en un futuro lejano. Eso supone un derroche de recursos trágico e inmoral.
El calentamiento global nos preocupa debido a su efecto sobre los humanos y el planeta, pero la gran cantidad de sufrimiento que ya existe hoy en día podría paliarse de forma mucho más eficaz. Pensad en las enormes inversiones que podríamos realizar para ayudar a un niño así: en la educación, la microfinanciación, la sanidad… Podríamos crear nuevas oportunidades para él y para sus hijos, y poner término a un funesto ciclo de pobreza y disfunción. De esa forma, cuando este niño silencioso y olvidado crezca, tendrá también el privilegio de gritar sus inquietudes el Día Mundial del Medio Ambiente.
Redacción QUO
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