El derrumbe sobreviene poco antes de los 30 años. Sí, a esa edad ya no se es joven. Entre esos y los cuarenta y pocos, el contenido de ácido hialurónico en la piel pasa de un 80 a poco más de 30%. Ese proceso de envejecimiento natural, que hasta ahora solo se podía corregir “metiéndose en quirófano” a hacerse un lifting, ahora puede enmendarse con una docena de pinchazos. “El ácido hialurónico tiene un efecto tridimensional: repone el volumen que perdemos con el envejecimiento y funciona como una prótesis moldeable del tamaño y forma que se quiera, que hace emerger en el rostro facciones como los pómulos o la barbilla”, apunta el cirujano Ángel Martín.
La terapia ha desplazado para siempre a los implantes permanentes que se colocaban en estas zonas. Una vez instalados permanecen ahí de por vida, pero la piel que los rodea envejece, se cae, y el resultado con el paso del tiempo resulta poco armonioso. En cambio, el ácido hialurónico tiene fecha de caducidad: en tres años, el cuerpo lo reabsorbe. Si el cambio de imagen es el deseado, puede aplicarse un producto definitivo, un metacrilato más flexible que el implante clásico. Este biomaterial sirve de test simulado antes de una solución permanente.

La estética más ‘fashion’
La revolución de la cirugía invisible despeja la duda de “pinchar o cortar”. ¿Para qué entrar en un quirófano si se obtiene el mismo efecto con unos pinchazos? Con esta técnica, el 95% de las plásticas de nariz pueden hacerse sin cirugía, según el doctor Nacul. Y sobre todo, “aporta una solución simple a problemas de difícil arreglo por métodos convencionales, como las hendiduras en la cara de los enfermos de sida que aparecen como efecto secundario de los fármacos”, en palabras de su creador, el doctor Nacul. Cuatro millones de personas lo han probado ya. El milagro lo obra una microcánula que penetra en la piel sin dañar los tejidos, vasos y nervios, y evita los hematomas y moratones de otras técnicas. Retocarse para ser más bellos es tan fácil como ir al dentista a una simple revisión.

Francisco Cañizares

Redacción QUO