Resulta que los músculos esqueléticos (los que van adheridos a los huesos) de los obesos producen una enzima (SCD1) que rompe con mucha eficacia las grasas saturadas. Es decir, aceleran el metabolismo. Lo malo es que no lo hacen a todas horas. Es algo de lo que se han dado cuenta en la Texas Tech University, con ayuda de la de Wisconsin (EEUU), y lo han publicado en The Journal of Lipid Research.

Lo que se les ocurrió fue modificar genéticamente un ratón para que produjese continuamente esa enzima. El efecto más directo fue que se desató un hipermetabolismo que se tradujo en que los ratones se movían más y quemaban más grasa que los que no habían sido retocados. En realidad hay un paso intermedio: esa enzima es capaz de convertir la grasa saturada a grasa monoinsaturada, que es más fácil de metabolizar.

Gran avance porque uno de los grandes círculos viciosos de los obesos es que padecen ese «cansancio» muscular que dificulta que lleven una vida más activa, y por lo tanto favorece que ganen peso. Gracias a la mayor secreción de la SCD1, los ratones modificados genéticamente tardaban 10 veces más en cansarse de hacer ejercicio en la rueda que sus compañeros. Y eso que comían más. Pero esa enzima les ayudaba a incrementar la actividad y a convertir la grasa en una modalidad más fácil de procesar.

Redacción QUO