Sara Tofiq, una estudiante de psicología musulmana, publicó ayer en el Huffington Post sus inquietudes sobre la probabilidad de que la población de Oriente Medio esté sufriendo una grave crisis de salud mental. Según explica, sus conclusiones vienen tras analizar los informes sanitarios al respecto dentro de todos los países que forman Oriente Medio y compararlo con el número de servicios especializados disponibles, así como el número de médicos que trabajan en la zona.

Solucionar un gran problema minimizando los daños

En su opinión, «no hay una atención mínima a la población, especialmente en lo que se refiere a salud mental». Mirándolo todo desde arriba, podemos observar cómo en las últimas décadas la salud mental de la población mundial ha ido empeorando: no hay un solo país que no esté afectado. Es cierto que hasta ahora se pensaba que la ansiedad o la depresión era un «invento occidental» pero un estudio realizado por la Universidad de Cambridge echa por tierra esta teoría: 1 de cada 13 personas en Oriente Medio padecen estos trastornos.

Entonces, ¿por qué la salud mental en Oriente Medio no se aborda de una forma más seria? Especialmente teniendo en cuenta que muchos de los problemas que tiene el mundo ahora mismo vienen de aquella zona. ¿No sería inteligente invertir y colaborar en mejorar la salud mental de sus habitantes? Tofiq reconoce que, «actualmente, solo hay un psiquiatra por cada millón de habitantes«, lo cual, dadas las circunstancias, es un dato alarmante. Por ejemplo, Irak. Un país que ha sido destruido por la guerra y los conflictos bélicos, algo que ha dañado notablemente a la población, que «ha sido traumatizada emocional y psicológicamente». Su población es de nada menos que 30 millones de personas, sin embargo, «hay solo 100 psiquiatras disponibles según la Sociedad de Psiquiatría de Irak».

La autora reconoce que «a pesar de que la demanda de psicólogos se ha disparado, la oferta está en el nivel más bajo posible. Por desgracia, esto es solo un reflejo de muchos de los países árabes«.

Cuando en Oriente Medio se cuidaba de los enfermos mentales

Tofiq no puede evitar echar mano de la historia para mostrar su completa incredulidad por la situación. En su artículo, rememora los hospitales islámicos medievales (conocidos como märistäns), que fueron diseñados hace siglos con el fin de poder proporcionar atención terapéutica. «Estos märistäns eran famosos por ser un ambiente seguro, agradable y acogedor«, con el objetivo de impulsar la recuperación del paciente.

Como es lógico, también acogieron en sus estancias a enfermos mentales (a los que se les diagnosticaba de melancolía, un término acuñado por Hipócrates para describir la esquizofrenia). Según explicó Michael Dols, autor de Majnun: The Madman in Medieval Islamic, los märistäns eran edificios impresionantes con piscinas, fuentes, agua fluyendo y jardines con flores de todos los colores. Además, se dedicaba especial mimo a la hora de decorar las salas de los hospitales psiquiátricos con el fin de poder «animar al desquiciado». No faltaban camas con sus respectivos colchones, espacio para que los pacientes pudiesen pasear y una atención completamente personalizada.

Para Tofiq, «algo que llama poderosamente la atención sobre estas instituciones en el imperio árabe, en comparación con los primeros asilos de Europa que surgieron 500 años más tarde, fue que estaban siempre en el centro de las ciudades«. Esto es un dato importante ya que, como podéis intuir, «facilitaba el acceso a los servicios sanitarios a todos los enfermos, así como la visita por parte de sus familiares o amigos». Para la estudiante de psicología, «estos hospitales islámicos medievales parecen contrastar con lo que se ve hoy en día en los países árabes. Es decir, a la falta de servicios de salud mental accesibles a la ciudadanía».

Esconder el problema bajo la alfombra no lo soluciona

Otro de los motivos que contribuyen a empeorar esta situación es el miedo de la población a buscar ayuda psicológica «por temor al rechazo, la vergüenza y el estigma asociado a las etiquetas que definen la salud mental de una persona». Por tanto, como bien vaticina la autora, a no ser que haya un cambio en la actitud de base, las cosas no cambiarán mucho en Oriente Medio.

También ha que tener en cuenta que, a pesar de que las enfermedades son las mismas en cualquier rincón del mundo, «la manifestación de las mismas variará en función de las normas sociales. En los países menos desarrollados no existen datos suficientes para valorar a los enfermos mentales, como evaluar los factores de riesgo, los posibles síntomas y las consecuencias». Las enfermedades mentales escapan a la comprensión de cualquier experto local, «por lo que se intenta esconder el problema bajo la alfombra».

¿Resultado? No tenemos ni idea sobre datos que definan la salud mental de Oriente Medio. «En estos países, es muy difícil hacer un seguimiento de quién está sufriendo, quién está intentando recibir ayuda o quién dispone de un tratamiento (y qué clase de tratamiento…). El número de suicidios tampoco se registra. Los que experimentan delirios y alucinaciones pasan desapercibidos». Sin registrar los datos, es evidente que no se puede solucionar este problema de una forma estratégica. Una buena medida sería aumentar de forma notable el número de psiquiatras y psicólogos en la población, así como campañas que puedan atraer su atención.

Redacción QUO