Buenas noticias para los bajitos y los delgados, o incluso para los que estén en vías de serlo en plena operación bikini. Un estudio revela que estos dos factores reducen la mortalidad frente al cáncer de próstata.

En este caso, de centímetros va el juego. Por cada 10 centímetros menos de díametro abdominal, un hombre reducirá su riesgo de morir por cáncer de próstata un 13%. El descenso de riesgo es aun mayor cuando hablamos de estatura, ya que cada 10 centímetros menos se asocian con un 21% menos de riesgo. Las malas noticias es que, evidentemente, esta última característica no se puede modificar. El estudio del que nacen los resultados ha sido coordinado por la doctora Aurora Pérez-Cornago en la Universidad de Oxford y se publica en BMC Medicine.

La baja estatura y la delgadez también se asocian a un menor riesgo de desarrollar un tumor de próstata de alto grado. Una forma de clasificar los tumores es según su grado, de manera que los de bajo grado están formados por células más similares al tejido donde se forma el tumor y normalmente tienen menor potencial de invasividad, gravedad y mayor posibilidad de curación. Lo contrario ocurre con los de alto grado, que están formados por células más aberradas, que normalmente han sufrido más mutaciones, de manera que son más invasivos y por tanto más peligrosos. Por tanto, los resultados respecto al grado del tumor concuerdan con los relacionados con los relativos a la mortalidad.

Respecto a las razones de estas diferencias, la investigadora principal plantea que la obesidad se asocia con hiperinsulinemia, que a su vez incrementa el riesgo de cáncer de próstata. Otra posibilidad que ofrece es que la detección precoz del cáncer de próstata sea más complicado de realizar en personas obesas. Ello se puede deber, por un lado, a que la obesidad, al implicar un mayor volumen sanguíneo, haga ‘diluir’ la concentración del marcador utilizado para la detección del cáncer, el Antígeno Prostático de Superficie o PSA, que no aumentaría de igual manera que el volumen sanguíneo. Además, la científica señala que algunas exploraciones diagnósticas, como el tacto rectal, también pueden verse dificultadas en personas con un índice de masa corporal disparado.

La explicación no es tan evidente cuando se habla de estatura. Pérez- Comago expone que algunos factores que están presentes en mayor medida en las personas altas, como la nutrición infantil o una mayor cantidad de hormona IGF-1(Factor de Crecimiento Insulínico) pueden participar en el proceso.

Redacción QUO