Millones de personas en todo el mundo luchan contra el envejecimiento con todo tipo de terapias antiaging. Pero esa lucha es infructuosa. Con esto no queremos decir que todos esos tratamientos no sirvan para nada. Lo que ocurre es que lo único que pueden hacer es retrasar el proceso, no detenerlo. Y en esa misma dirección apuntan las conclusiones de un estudio realizado por investigadores de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Arizona, que han llegado a la conclusión de que lograr el no envejecimiento es algo imposible, según sus propias palabras.

Los autores del estudio explican que casi todas las investigaciones sobre el tema van dirigidas a tratar de detener el envejecimiento mediante terapias que aprovechen la competencia entre células para eliminar aquellas que se han vuelto inactivas, y aprovechar las que siguen siéndolo. Pero, tal y como ellos explican ese mecanismo en el fondo es una Trampa-22, expresión que utilizan los estadounidenses para referirse a aquellas situaciones en las que, hagas lo que hagas, siempre sales perdiendo.

Los investigadores explican lo que ocurre en nuestro organismo a nivel celular cuando envejecemos. Y lo que sucede es que muchísimas células van ralentizando su crecimiento y reduciendo su capacidad para funcionar, hasta volverse inactivas. Aunque quedan otras que si siguen haciéndolo. El problema es que una parte de ellas comienzan a crecer de forma anómala y se vuelven cancerígenas, aunque la persona no siempre muestre síntomas de la enfermedad. La cosa se agrava si se eliminan las células inútiles ya que, al no haber competencia, el número de células que se vuelven cancerígenas crece, y con ellas el riesgo de sufrir la enfermedad.

Y algo similar ocurriría al contrario. Eliminar las células en riesgo de volverse cancerígenas, favorecería la acumulación de células inactivas. Así que, se haga lo que se haga, el resultado sigue siendo malo. En definitiva que, según los investigadores de Arizona, se puede trabajar por eliminar uno de los dos factores de esta ecuación, pero no podemos librarnos de ambos

Vicente Fernández López