En un dossier de Quo sobre la creatividad (2006), se leía que una de las virtudes de las personas más imaginativas es que intuían muy bien cuál era el momento de ponerse a hacer una cosa u otra: cuando veían que las musas se resistían, no insistían, no perdían el tiempo, se dedicaban a labores más automáticas. En cambio, si habían planificado algo funcional pero les asaltaba la inspiración, se lanzaban de cabeza a la creación.

Hilando más fino, los cronobiólogos están descubriendo que ese gran momento (físico y mental) no solo se da a diferente hora en los madrugadores que en los vespertinos, sino que ello conlleva que tengan dos tipos de comportamiento diferente. Dicho de otro modo, quieren saber qué tiene que ver el reloj biológico de cada uno con que, en una pareja, ella esté pidiendo salir toda la noche mientras él renquea en el sofá… después de que, por la mañana, era él quien peinaba el jardín con garbo y pundonor entre ronquidos de ella. La cuestión no es manca: se calcula que un 15% de nosotros somos madrugadores o trasnochadores extremos, y otro 15% lo somos de forma moderada, o sea, técnicamente neutros. Solo a estos últimos les resultaría fácil cambiar de hábitos.

En abril, la Universidad Psiquiátrica de Basilea (Suiza) y la Universidad Libre de Bruselas (Bélgica) publicaron en la revista Science que los trasnochadores (“búhos”) resisten mejor la fatiga mental que los madrugadores (“alondras”). ¿Por qué? El equipo, dirigido por la neuróloga Christina Schmidt, cree que la clave puede estar en que la región del cerebro que alberga ese reloj es la misma que regula el nivel de atención; así que, si el ciclo circadiano pide dormir, esa área se adormece.

Mala hora para un examen
Con ayuda del neuropsicólogo belga Phillipe Peigneux, el equipo realizó resonancias magnéticas funcionales (MRf) a madrugadores y a trasnochadores mientras iban poniéndoles pequeñas pruebas de atención. Después de diez horas despiertos, los tempraneros se fatigaban más y tardaban más tiempo que los vespertinos en resolver las tareas que les encomendaron.

Mucho más cerca, en la Universidad Complutense de Madrid, el psicólogo y profesor Juan Francisco Díaz-Morales pasó años estudiando en qué se traduce el pertenecer a un grupo o a otro de la población. Si separamos por cronotipos, resulta que “los matutinos son más realistas, prefieren los datos concretos y tangibles que derivan de una experiencia directa”. Al hilo de esa mentalidad, el estudio de Díaz-Morales sostiene que quienes están más activos por las mañanas procesan la información con criterios más lógicos, son más racionales. Pero esto les conduce a desechar lo que se sale de la norma, y eso los vuelve más “rígidos”. O sea, comen a las dos y no esperan a nadie.

Redacción QUO