No sabemos qué obró el milagro, pero la realidad es que el cáncer desapareció”, asegura Odile Fernández, una médico de familia a quien le detectaron un cáncer de ovario en fase avanzada hace cinco años. “Cuando supe de mi enfermedad, pensé en mis pacientes del día a día. En cómo al diabético, al hipertenso y al enfermo cardiovascular les recetaba un cambio de hábitos alimenticios, y pensé: ¿y por qué no hay un plan estipulado para un enfermo oncológico? Así que busqué toda la literatura científica que relacionaba alimentación y cáncer, y descubrí miles de estudios en esta línea de investigación. Como no tenía nada que perder, me hice un plan alimenticio basado en lo que descubrí y lo puse en práctica. Lógicamente, el tratamiento de quimioterapia que seguí luchó contra el cáncer, pero estoy convencida de que mi dieta también colaboró”, explica Fernández. La realidad es que en junio hizo cinco años de esto y no hay rastro de la enfermedad; incluso Odile ha tenido a su segundo hijo. Pero ¿puede un cambio alimenticio ser definitivo para vencer el cáncer?

Alimento para las células
Antes de caer enferma, Odile se alimentaba fatal. Así que el cambio radical que dio a su forma de comer durante su tratamiento solo le podía hacer bien. No se puede atribuir la curación del cáncer al cambio alimenticio, pero sí su efecto beneficioso. “Actualmente hay medio millón de estudios científicos que relacionan el estilo de vida con el cáncer, y no hay ninguno que lo relacione con la curación de esta enfermedad. Sin embargo, se vislumbra con claridad el papel de una adecuada alimentación tanto en la prevención como en la aparición de las recaídas. Es decir, que una vez superado un cáncer este no se vuelva a reproducir”, asegura el estomatólogo Fernando Fombellida, quien acaba de publicar con el chef Andoni Luis Aduriz Cocinar para vivir. Cómo cocinar para prevenir el cáncer (Ed. Destino). En él, Fombellida hace un repaso exhaustivo a lo que sabe la ciencia sobre cómo afectan nuestros hábitos alimenticios al cáncer, propone al lector pararse a pensar en qué come y cómo, y plantearse qué hábitos debe cambiar para alcanzar un patrón dietético saludable.

Las crucíferas (col y brócoli), son las verduras con más propiedades anticancerígenas

En el prólogo del libro, el experto oncólogo de la clínica MD Anderson Fernando Cabanillas explica: “Aunque las causas pueden ser múltiples, sabemos que hay un denominador común para todos los tumores malignos, y es el daño al material genético de las células, el llamado ADN. Al estropearse el ADN, que es el material que esencialmente dirige las funciones de crecimiento y reproducción de las células, esto a su vez causa que la célula normal comience a crecer desordenadamente, sin control, y que pueda desarrollar la capacidad de metástasis, lo cual le permite invadir otros órganos y destruirlos, y ejecutar, así, al huésped. Con este principio en mente, es lógico pensar que cualquier alimento tóxico al ADN puede causar cáncer, y que cualquier alimento que lo proteja del daño pueda servir como preventivo”.

Sin embargo, Fombellida también avisa de que, según una investigación reciente publicada en enero de 2015, dos tercios de los tumores se deben a mutaciones espontáneas, es decir, no tienen nada que ver con nuestros hábitos de vida. “Son simplemente cuestión de mala suerte”, asegura. Pero el otro tercio, esto es un 35% de los tumores, sí tienen relación con lo que comemos, respiramos, el ejercicio que hacemos, el estrés, etc.”, apunta.
Por lo tanto, alimentándonos adecuadamente podemos contribuir a reducir los tumores relacionados con el estilo de vida. Pero ¿en qué consiste una dieta anticáncer?

Básicos contra el mal
“Yo recomendaría empezar por eliminar todos los alimentos procesados y refinados, sobre todo los platos preparados y la bollería industrial. En mi caso también eliminé la carne por completo e incrementé la ingesta de pescado (sobre todo azul pequeño, por la cantidad de omega 3 que aporta), fruta, verdura, legumbres, especias y frutos secos. Y tan importante como el alimento es la forma de cocinarlo para que mantenga todos sus nutrientes. Durante la quimio solo tomé los alimentos al vapor o en cualquier otro sistema que no alcanzara los 100ºC, pues a partir de esta temperatura se pierden muchos nutrientes”, apunta Fernández.

En su libro, Aduriz y Fombellida consideran alimentos básicos anticancerígenos: la fruta, las hortalizas, los frutos secos y las semillas, las setas y los germinados, los cereales integrales y el pescado, entre otros (véase La pirámide anticáncer). Y consideran no recomendables los procesados, los que contienen grasas saturadas, azúcares añadidos y harinas refinadas, y el consumo de alcohol y carne roja.

El grano y la piel de la granada son tres veces más  antioxidantes que el té verde y el vino

De hecho, Fombellida apunta: “Sabemos que en la superficie de una chuleta hecha a la brasa se forman hidrocarburos aromáticos policíclicos, sustancias que en un laboratorio se ha demostrado que tienen propiedades cancerígenas. Ahora bien, ¿qué cantidad de estas sustancias tendríamos que consumir para desarrollar un cáncer? No lo sabemos, pero seguramente muchas. En cualquier caso, no es importante focalizar nuestra atención en sustancias tóxicas o en alimentos aislados. Lo verdaderamente importante es el patrón dietético, es decir, la forma habitual de alimentarnos día a día. Por eso, no será suficiente con introducir de manera anecdótica alimentos anticancerígenos si tu patrón dietético no es armónico, equilibrado y variado”.

Superfoods para empezar
Son aquellos alimentos que contienen abundantes fitoquímicos, vitaminas, minerales, oligoelementos, fibra dietética y además tienen baja carga glucémica y aportan pocas calorías. Es el caso de las crucíferas (la col y el brócoli) y las aliáceas (ajo, cebolla, chalota y puerro), que son las que tienen mayores propiedades anticancerígenas. Tampoco hay que olvidarse de las hortalizas rojas como el tomate, remolacha, etc. Y conviene incluir en la dieta manzanas rojas, y comerlas con piel. En esta fruta, la mayor concentración de moléculas antitumorales está en la piel.

De hecho, según un estudio realizado con fumadores, los que practicaban una dieta rica en flavonoides procedentes, entre otros, de la manzana y la cebolla, presentaban menor probabilidad de desarrollar cáncer de pulmón. Otro básico son las legumbres, que también contienen importantes fitoquímicos que han demostrado su eficacia contra el cáncer de colón, estómago y próstata.
También destaca la cúrcuma, una de las especias más utilizadas en la cocina india (de hecho, los hindúes tienen menor tasa de cáncer que los europeos), que contiene curcumina, una molécula que, en ensayos experimentales, ha demostrado que es capaz de inhibir el crecimiento de casi cualquier tumor. En su libro, Fombellida y Aduriz dicen sobre ella: “Aumenta su absorción si se ingiere con pimienta negra, enzimas proteolíticas (piña, papaya) o se hierve durante tres minutos. Su eficacia anticancerosa aumenta cuando se combina con té verde”.

Y precisamente, el té verde, por su alto contenido en flavonoides, es otro de los alimentos aconsejados para prevenir el cáncer. De hecho, Fombellida recomienda tomar varias tazas de este té al día. ¿La razón? Existen muchos estudios de laboratorio que confirman la eficacia de estos fitoquímicos frente a diversos tipos de células cancerosas.

“Las propiedades antioxidantes de la granada son tres veces más elevadas que las del vino tinto y las del té verde, y están tanto en el grano como en la piel”, apuntan Fombellida y Aduriz en su libro. Así, también se recomienda tomar zumo de esta fruta a diario, ya que contiene punicalagina, una de las moléculas con mayor capacidad antioxidante y cuya eficacia se ha demostrado contra diversos tipos de células cancerosas. Por último, un alimento que no debería faltar nunca en una dieta anticáncer es el tomate. El licopeno, el fitoquímico que contiene esta hortaliza, ha demostrado su eficacia contra el cáncer de próstata, pulmón y colon.
Pero si vamos a apostar por llevar una dieta de este tipo, debemos prestar atención a dónde y qué compramos.

Mira, compara…
Fruta, verdura, legumbres, semillas, cereales integrales… En definitiva, nada muy diferente de lo que hemos oído por activa y por pasiva como solución contra la hipertensión, el sobrepeso, etc. Pero otra cosa bien distinta es que lo pongamos en práctica.
¿El mayor problema? Pues que la mayoría preferimos usar un precocinado o abrir una bolsa de patatas fritas a elaborar un plato de los considerados beneficiosos para la salud. ¿Y cuál es la razón? El ritmo frenético de vida que llevamos y la falta de tiempo para comprar y cocinar en condiciones.

“El tiempo es como el dinero, lo podemos emplear en lo que queramos”, explica Aduriz. Y sigue: “Hay estudios que hablan sobre la cantidad de minutos que dedicamos cada día a ver la televisión y a mirar el móvil. Y ¿quién ha dicho que se tarda más en hacer una buena ensalada que en freír?”

El consumo de cítricos se asocia a un menor riesgo de desarrollar cáncer de estómago

También es muy importante seleccionar alimentos frescos y a ser posible ecológicos, pues tenemos más garantías de que han sido tratados de manera adecuada y que no vamos a ingerir productos químicos cancerígenos utilizados en su producción. Lo malo, de nuevo, es que la mayoría hacemos la compra con prisas. “En mi restaurante no tenemos carta, porque yo no quería estar obligado a comprar nada que no fuera excelente. Prefiero ir al mercado y comprar lo mejor, y con ello confeccionar el menú diario. Tras muchos años, tenemos lo que llamo proveedores singulares. No digo que sea fácil, pero si cuando vamos a comprar una cámara buscamos hasta encontrar el mejor producto al mejor precio, ¿por qué no hacerlo con lo que consumimos a diario? Supone un mayor esfuerzo inicial, pero después todo será mucho más fácil”, concluye Aduriz.

Por último, Fombellida apunta una última cosa a tener en cuenta: La relación entre la obesidad y el cáncer. “A menudo pensamos que la obesidad es un exceso de peso, y sin embargo, se refiere más bien a un exceso de grasa en el organismo. Se ha descubierto que la grasa no es solo una reserva de energía, sino que en realidad es una glándula que segrega hormonas que favorecen el desarrollo más rápido de ciertos tipos de cáncer, como el de mama y endometrio durante la postmenopausia”.

En definitiva, parece cada vez más urgente la necesidad de expertos en nutrición oncológica en nuestro sistema sanitario. Una figura que ya existe en otros países como EEUU. “Así podríamos prevenir y afrontar el cáncer con el asesoramiento de un profesional que nos planificara una dieta y nos hiciera un seguimiento. Además, la práctica de ejercicio físico suave contribuiría a una mejora emocional. Estoy convencido de que descubriremos también que las emociones están íntimamente ligadas con el cáncer. Al fin y al cabo, ambas están relacionadas con la bioquímica del organismo”, termina Fombellida.

Alimentos recomendados

Germinados: brócoli, alfalfa, judía mungo, ajo, cebolla
Setas: champiñon, shitake, maitake, boletus, girgolas…
Frutas: manzana, cítricos, frutos del bosque, cerezas, melón, sandía, albaricoque, nectarina, kiwi…
Verduras y hortalizas: brócoli, col de Bruselas, coliflor, repollo, lombarda, nabo, grelos, ajo, chalota, puerro, cebolla, tomate, pimiento, zanahoria, remolacha, aguacate, calabaza, calabacín, pepino y todos los de hoja verde (canónigo, acelga, alcachofa…)
Semillas: lino, calabaza, sésamo, chía…
Frutos secos: almendras, nueces, avellanas, uvas pasas, pistachos…
Especias y hierbas aromáticas: canela, cúrcuma, curry, cardamomo, pimienta, jengibre, comino, perejil…
Cereales integrales: arroz, quinoa, trigo sarraceno, mijo, avena…
Legumbres: lentejas, garbanzos, alubias, judías mungo, guisantes…
Alimentos con probióticos: yogur natural enriquecido, kéfir, miso, tamari, chucrut…
Té verde y zumo de granada
Aceite de oliva virgen extra

El recetario de Odile

Tras sufrir un cáncer de ovario y cambiar por completo sus hábitos de vida, la doctora Odile Fernández decidió compartir su experiencia a través de un blog (misrecetasanticancer.com) y el libro Mis recetas de cocina anticáncer (Ed. Urano), del que ha vendido más de 60.000 copias y en el que hay hasta 1.200 referencias a estudios que relacionan cáncer y nutrición. Diariamente en su blog, informa sobre los últimos estudios al respecto e incluye nuevas recetas anticáncer. “Lo ideal sería que en la mayoría de los casos de cáncer hubiese este tipo de asesoramiento. A mi, este cambio de alimentación me ayudó mucho a paliar los efectos secundarios de la medicación”, asegura.  Por eso ella, desde que sufrió la enfermedad,  da conferencias sobre el tema en universidades, asociaciones de enfermos de cáncer, etc.

Menaje básico

Los expertos aconsejan tomar cruda una parte de la verdura que se consume al día. “Si la vamos a cocinar, es importante saber que no hay que tenerla mucho tiempo en remojo, pues gran parte de los nutrientes de ese alimento se irán en esa agua. Además, si la vas a cocer, lo ideal es hacerlo el menor tiempo posible, en poca agua y reaprovecharla en el plato”, aconseja Aduriz. Por eso, lo ideal es cocinar al vapor, un sistema en el que el agua no se pone en contacto con el alimento.

Cocinar para vivir

El alma del recién nombrado sexto mejor restaurante del mundo, según la revista británica Restaurant, aporta en Cocinar para vivir su experiencia para enseñarnos a elaborar platos suculentos con los ingredientes de una dieta que nos ayude a prevenir el cáncer.
“Hay que cocinar de manera que los componentes beneficiosos de los alimentos se preserven lo mejor posible. Para ello, es recomendable cocerlos poco, sobre todo la verdura”, asegura Aduriz. 

Sardinas con jengibre

Ingredientes (4 pers.):
16 sardinas, 100 ml de salsa de soja fermentada, 8 cebolletas pequeñas, jengibre fresco, sal y aceite virgen extra.

Elaboración:
Pinta una fuente de horno con aceite y dispón las sardinas, previamente saladas. Conviene que el tamaño de la fuente se adecue a la cantidad de sardinas. En un bol, mezcla la salsa de soja con el agua. Ralla sobre esta el jengibre y añade un hilo de aceite. Mézclalo. Rocía esta mezcla sobre las sardinas. Tapa la fuente con papel vegetal y hornea a 180ºC durante 10 minutos. Pela las cebolletas y hazles un corte en forma de cruz. Ponlas en la olla a hervir con agua el tiempo suficiente para que queden bien tiernas. Escurre y trocea en cuartos. Sírvelas como guarnición del plato.