Acaba de darse a conocer la aparición de un corto sonoro rodado en 1923 por el norteamericano Lee DeForest y protagonizado nada menos que por la mítica Conchita Piquer, en el que la artista española interpreta una jota y un fado portugués. Esto convertiría a dicha cinta en el primer filme sonoro de la historia del cine, por delante incluso de El cantor del jazz(1927), cinta que hasta ahora había sido considera oficialmente la primera película hablada.

Pero tal valoración es cierta e incorrecta al mismo tiempo. Es cierta en el sentido de que el corto protagonizado por la Piquer (y que fue rodado en Nueva York) fue el primer filmado con la tecnología a partir de la cual surgirían todos los sistemas posteriores que permitieron la existencia y la mejora paulatina del cine sonoro.

Y es incorrecta, en el sentido, de que las películas sonoras ya existían desde mucho antes. Concretamente, desde 1905, fecha en la que la cineasta francesa Alice Guy-Blaché inventó un sistema llamado cronophone que le permitió rodar al menos una docena de películas sonoras. Algunas llegó incluso a filmarlas en España, tal y como recoge Francisco Griñán en su interesantísimo libro Las estaciones perdidas del cine mudo en Málaga.

Hay que reconocer que Alice es además, en cierta forma, «la madre» del cine. Los padres fueron, como no, los hermanos Lumiere, quienes vendieron su invento a la firma Gaumont, marca dedicada a la fotografía y que con el paso de los años se convertiría en la productora cinematográfica más importante de Francia. Pero en aquellos tiempos el cine no se veía como negocio; todo lo más cmo una rareza digna de ferias o museos. De hecho las cintas filmadas entonces no eran más que grabaciones documentales de la vida cotidiana. Alice trabajaba como secretaria en la Gaumont y pidió permiso para expermentar con el nuevo invento. Se lo concedieron y comenzó a realizar sus primeras filmaciones, entre ellas Fee aux chaus, en 1896, y considerada como la primera película argmental de la historia del cine.

Alice rodaria muchas más cintas, entre ellas Life of Christ(1906), la primera película sobre Cristo para la que contó incluso con 300 extras. Una cifra ridícula si se la compara con las decenas de miles que en 1913 utilizaría David Wark Griffith para su monumental Intolerancia, pero realmente asombrosa para el año en que se filmó.

Pero antes, tal y como Francisco Griñán relata en su libro, Alice vino a España. Lo hizo primero en 1894, como ayudante de los hermanos Lumiere para filmar un documental llamado Danzas españolas. En 1905, una vez inventado el cronophone, Alice volvió a nuestro país y filmó su propio remake de Danzas… esta vez con sonido añadido y aprovechó también para rodar un filme dramático, La malagueña y el torero, que luego coloreó a mano. Convirtiéndose así (al menos según la historiografía oficial) en la primera película en color de todos los tiempos.

Alice conseguiría aún más hitos al rodar por ejemplo, en 1912 el primer filme protagonizado únicamente por negros, y titulado Un tonto y su dinero. ¿Pero por qué su invento del cronophone no fue aceptado en su momento? Por varias razones. La primera de ellas, técnica, ya que la sincronización del sonido y voz con la imagen no era perfecta. Y la segunda, porque en 1905 el cine aún no era considerado un negocio como tal. Si exceptuamos el Viaje a la Luna (1902) de Melie, y alguna pelicula de Thomas Alba Edison, los filmes realmente aún no daban dinero. Por eso, un directivo e ela Gaumont le dijo a la visionaria Alice: «Esto solo es un juguete… Así que no pierdas demasiado tiempo con ella» (Cita extraída del libro The life of Alice Guy-Blaché de Allison Mcmahan).

Vicente Fernández López