La seguridad de los aeropuertos podría contar pronto con una nueva forma de controlar y verificar la identificación de sus pasajeros: por la forma de caminar. Según parece, nuestros pasos son tan únicos y personales como las huellas dactilares, y se podría identificar a las personas con un 99,8% de exactitud.

Según Todd Pataky, de la Universidad de Shinshu en Nagano, Japón, «por primera vez, los resultados muestran que es posible utilizar este descubrimiento como medida de seguridad en la vida cotidiana». Otros estudios anteriores, sugirieron que todo el mundo anda de una forma única, detectable en una grabación o mediante sensores de presión. Pero estos estudios se basaron tan solo en una cantidad mínima de pasos y voluntarios (10), lo que dificulta el estudio objetivo de como sacar provecho de este descubrimiento en la vida cotidiana estableciendo un patrón y usarlo como método de trabajo en profesiones como las de los cuerpos y fuerzas de seguridad.

Así Pataky y su equipo de investigadores, contaron con 104 personas para examinar sus ‘andares’, haciéndolas caminar por una placa de medio metro de largo, a la que previamente habían colocado miles de sensores de presión, registrando unos diez pasos por persona.

Tras analizar la información y encontrar el algoritmo perfecto para seleccionar los patrones de los 1.040 pasos registrados de los voluntarios, el algoritmo identificó erróneamente solo tres de ellos, lo que implica una tasa de éxito del 99,8%. «Incluso teniendo el mismo tamaño de pie y la misma forma, la gente anda de forma totalmente diferente unos de otros», dice Pataky.

Sensores similares, que están disponibles comercialmente por alrededor de 15.000 €, podrían ser utilizados en los aeropuertos para identificar a los pasajeros. Nester Cristóbal, de la Universidad de Salford, (Reino Unido) cree que la técnica podría ser usada como una herramienta de diagnóstico para las enfermedades del pie y ortesis. En cuanto a las aplicaciones de seguridad, se muestra algo escéptico: «A nadie poner su dedo sobre una superficie de cristal, pero creo que no ocurrirá lo mismo cuando a la persona le digan que en lugar del dedo, debe poner sus pies descalzos. Reconozcamos que nuestros pies no suelen estar tan limpios como nuestras manos».

La investigación fue publicada en el Journal of the Royal Society Interface.

Fuente: NewScientist.

Redacción QUO