Se ha dicho muchas veces que la grandeza de los clásicos reside (entre otras causas) en que sus obras siempre pueden reinterpretarse a la luz de los nuevos tiempos. Por eso, ahora que se cumplen los veinticinco años de la muerte de Luis Buñuel, probablemente el cineasta más grande que ha dado España, es el momento adecuado para acercarnos a uno de los temas que más le obsesionaron en sus últimos años de vida: el terrorismo.

Buñuel falleció en 1983, dejando sin filmar un guión, Agón, el canto del cisne en el que abordaba las tragedias causadas por el terrorismo, un problema que iba a cebarse con la sociedad española a lo largo de la década de los ochenta y de los noventa, y que aún colea. Con esta preocupación, el cineasta aragonés mostraba una vez su caracter visionario, y su olfato para detectar los males del mundo que le rodeaba.

La noticia es que ahora, por fin, una productora se ha decidido a financiar el proyecto y a convertir en película el guión de Buñuel, que probablemente dirigirán Arturo Ripstein o Luis Alcoriza, dos cineastas mexicanos amigos y discípulos del aragonés.

Pero yo quería recordar aquí que el plano que cierra la filmografía de este genio del cine ya denuncia abiertamente la sinrazón terrorista. Su última película, Ese oscuro objeto del deseo (1977), finaliza con el personaje de Fernando Rey entrando en la estación de Atocha de Madrid, instantes antes de que estalle una bomba. Sobre las imágenes de los cadáveres se sobrepone la de unas manos femeninas tejiendo un bordado de sangre. Un plano con un valor simbólico tan potente como el del ojo seccionado por la navaja.

Por si todo esto fuera poco, ras su muerte el periódico El día de Aragón le dedicó un magistral editorial que finalizaba con la siguiente frase: «Descanse en paz Luis Buñuel, libre por fin de su miedo a los listillos, los poderosos, los terroristas y los que trafican con naciones enteras». ¿Quien dijo que Buñuel no estaba de actualidad?

Vicente Fernández López