Explorar las expresiones faciales del miedo, el dolor y el orgasmo llevó al madrileño Carlos Crivelli, profesor de Psicología en la Universidad de Montfort, en Leicester, hasta las islas Trobriand, en Papúa Nueva Guinea. Los habitantes de esta remota tierra le brindaron la oportunidad de estudiar su comportamiento y emociones, dando así rienda suelta a su inclinación natural por el comportamiento humano y los patrones de comunicación.

Sus primeras observaciones ya le hicieron cuestionar la clásica metodología sobre comportamiento facial que establece, por ejemplo, que los occidentales tienden a atribuir la felicidad a la sonrisa y con la ira fruncen el ceño. Y esto se consideraba una verdad universal para él dejó de serlo. “Tuve -dice- un momento de lucidez (o tal vez de locura). Una de las controversias clave de mi campo de investigación se basó en la suposición de que estas teorías occidentales sobre la emoción y el comportamiento facial describían y explicaban los comportamientos y modos de pensar de todos los seres humanos. Pero, ¿qué ocurre con las gentes que viven en sociedades pequeñas y con un alto grado de aislamiento de nuestra cultura?”

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Monfort University

Sus estudios avanzaron cuando se unió a su desafiante proyecto el antropólogo Sergio Jarillo, con experiencia en trabajo de campo. en las islas Trobriand. Allí, viviendo en una pequeña choza, empezó a recopilar datos meticulosamente, utilizando metodologías rigurosas y, con la ayuda de su colega, fue el primer psicólogo que aprendió el lenguaje y las costumbres antes de realizar pruebas experimentales. El antropólogo Bronisław Kaspe Malinowski describió las islas Trobriand como un paraíso sexual, una idea que a lo largo del siglo XX fue exagerada por publicaciones como Playboy.

Sus hallazgos pusieron en tela de juicio la creencia occidental de que existe un conjunto innato y universal de expresiones faciales que todos producimos y reconocemos en los demás cuando se siente una emoción básica particular. Encontró, por ejemplo, que una expresión de la cara jadeante que los occidentales tomarían como miedo y sumisión, es interpretada por los Trobrianders como la cara amenazadora de un agresor.

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Sus investigaciones continuaron en otro pequeño pueblo de horticultores y pescadores musulmanes en el archipiélago de Quirimbas de Mwani, en Mozambique. Sin electricidad, sin agua corriente y sin alcantarillado. De nuevo durmiendo en una cabaña y sobre un piso de arena.

Nuevos patrones para la inteligencia artificial

Uno de sus trabajos apareció en un artículo publicado por Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), en EEUU. Utilizando modelos de expresiones faciales de dolor y orgasmo correspondientes a participantes de Europa Occidental y Asia Oriental, mostró que eran diferentes según las distintas culturas. Para su investigación, Crivelli usó los vídeos que se habían grabado los propios participantes mostrando sus rostros mientras se masturbaban. La mayoría cerraba los ojos al llegar al éxtasis, pero otros fruncían el ceño, apretaban la mandíbula o abrían la boca.

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El científico madrileño reconoce que la suya es probablemente una de las líneas de investigación más importantes en este campo en los últimos 30 años. “Fui a diferentes sociedades de pequeña escala y obtuve una investigación muy consistente que está obligando a muchos a reconsiderar sus posiciones teóricas y a cuestionar la solidez de la evidencia científica que respalda aplicaciones muy populares en campos emergentes como la Inteligencia Artificial y el aprendizaje automático».

Fuente: Monfort University

Marian Benito