Exploración arqueológica por el Amazonas
Duración estimada: 37 días.
Distancia: 1.500 kilómetros.
Transporte: todoterreno + barca con motor.
Temperatura: 30 grados de media, con máximas de 40ºC. El porcentaje de humedad siempre fue del 90%.

Reconoce que esta aventura ha sido muy intensa. Y no es para menos. Diego Cortijo (Valladolid, 1985) se abrió paso en la selva amazónica con un machete, sobrevoló decenas de grabados esculpidos en piedra por culturas desconocidas, sintió la cercanía de un jaguar y su foto de los mashco-piros ha dado la vuelta al mundo. Diego es un explorador de pura raza.

P.- ¿Dónde empezó tu recorrido aventurero?
R.- Pues en Río Branco, en el estado de Acre, en Brasil. Allí visité y documenté unos geoglifos de grandes dimensiones. Se han identificado más de 200 hasta el momento. Se trata de un descubrimiento arqueológico extraordinario.

P.- ¿Pero de qué hablamos exactamente?
R.- De dibujos grabados en piedra de una geometría perfecta. Están quedando a la luz a medida que avanza la deforestación del Amazonas. Solo se pueden ver bien si los sobrevuelas.

P.- ¿Quién ha podido hacer algo así?
R.- Nadie lo sabe. Hay un equipo de investigadores brasileños y finlandeses que intenta obtener respuestas. Sabemos que los grabados datan de 1300 antes de Cristo y están por todo el estado de Acre, que abarca una extensión de 40.000 kilómetros, el equivalente a media España.

P.- ¿Adónde te desplazaste después?
R.- Marché por la carretera transoceánica y llegué a Perú. Luego me desplacé hasta Cuzco y, junto con cuatro nativos, remontamos el río Alto Madre de Dios y llegamos a Pusharo, donde hay una piedra de 20 metros de altura.

P.- ¿Qué tiene de especial esta piedra?
R.- Está llena de grabados chamánicos. No sabemos quién los hizo. La tradición amazónica asegura que aquello es una puerta a otro mundo desconocido. Impresiona verlo.

P.- ¿Tuviste que afrontar muchos peligros a lo largo de todo tu viaje?
R.- Imagínate. Por la selva te abres camino con el machete, no puedes parar porque los insectos te devoran; además, hay serpientes pequeñas muy venenosas. Y cuando en la meseta de Pantiacolla descubrimos las huellas de un jaguar, se me pusieron por corbata. Te lo aseguro.

P.- ¿Cómo fue tu encuentro con los mashco-piros?
R.- Muy tenso. Estaba dentro de la cabaña de un guía amigo mío, Nicolás “Shaco” Flores. De pronto, oigo voces, salgo y veo que Shaco se estaba comunicando con un grupo de mashco-piros que estaban al otro lado del río. Pedían ollas y machetes. Pero se marcharon al cabo de poco rato sin obtener nada de lo que querían.

P.- ¿No volvió a existir ningún otro contacto?
R.- No. Pero seis días después me enteré por radio de que los mashco-piros lanzaron una flecha que atravesó el corazón de “Shaco” Flores. Me conmocionó su muerte. Sigo sin saber la causa que produjo la tragedia. Igual hubo algún tipo de discusión territorial, cualquiera sabe.

Redacción QUO