El beso en los pasillos del hotel desencadenó en el cerebro de ambos una imparable cascada de hormonas. Ella le cuenta al oído lo que le gustaría hacer con él a solas en su habitación.

“No solo depende de la atracción inicial y compatibilidad física, también de la estimulación del cerebro con fantasías e imágenes, y de factores sociales y culturales que determinan con qué nos sentimos cómodos excitándonos. Todo aquello que esté catalogado por nuestro cerebro como sexual nos estimulará”, asegura la sexóloga Miren Larrazabal.
Además de la sugestión psicológica, también depende de la testosterona biodisponible. Esta hormona es el combustible del deseo. La testosterona y el estradiol activan genes asociados con la síntesis y liberación de la dopamina, noradrenalina y oxitocina, cruciales para el sexo y el amor.

Por otro lado, el apetito por la pareja, tiene que ver con la dopamina liberada. En este tipo de deseo está involucrada la parte emocional del cerebro, el hipotálamo y el sistema límbico.
Otro tipo de anhelo es el que se produce en parejas que llevan unidas 15 o 20 años. “En este caso, la pasión no aparece de una manera espontánea. Para desencadenarla hay que hacerse caricias, jugar y excitarse físicamente poco a poco”, explica Larrazabal.

«El amor y el deseo sexual se encuentran en la misma región del cerebro. Cuánto influye el segundo en el primero es lo que queremos saber”Jim Pfaus. Psicólogo especializado en el estudio de la neuroendocrinología del deseo sexual.

El deseo conduce a la excitación sexual, “una activación fisiológica automática que prepara al cuerpo para un encuentro sexual”, señala Jim Pfaus, especializado en la neuroendocrinología del deseo sexual. “Aumenta el flujo sanguíneo hacia los genitales y los tejidos implicados en la erección, aumentan el ritmo cardíaco y la respiración, y se dilatan las pupilas.”

Durante las relaciones sexuales, el deseo determinará que las cosas marchen bien y sean satisfactorias o no. “Se mezclan muchos factores personales: expectativas, experiencias pasadas con otros amantes, su aspecto, cómo gemía y actuaba la pareja… También el resultado de tus propias acciones mientras va aumentando la proximidad e intensidad de los preliminares. Este feedback es el que te hace sentir si aquello funciona o no con esa persona. Si el cuerpo responde, es que todo marcha bien. Esto implica regiones del cerebelo, el ganglio basal y la corteza motora”, detalla Pfaus.
El cerebro trabaja duro mientras hace el amor.

Sexual-mente
El punto máximo de la relación sexual llega con el orgasmo. Él eyacula y siente un intenso placer que se adueña del cuerpo y la mente. Ella se sumerge en la inmensidad del placer con contracciones rítmicas de su vagina cada tres o cuatro segundos. En ambos, la duración y la intensidad varían según el temperamento y la habilidad para la excitación y el deseo.
Los orgasmos nacen en el cerebro. La oxitocina liberada desinhibe las neuronas de la parte baja de la médula espinal, activa los genitales y se producen las contracciones. Estos movimientos envían señales al cerebro, que resultan en la liberación de opioides endógenos y producen euforia y alivio. La sensación de sedación posterior se produce por la activación de los centros del sueño producido por la liberación de serotonina y los opioides.

En un momento dado, salen de esta especie de trance y comienzan a charlar. Sucede porque recuperamos las riendas de nuestro comportamiento. Se “enciende” el lóbulo frontal del cerebro, que se encarga de dirigir nuestra conducta a la ejecución de una acción y que ha estado “apagado” durante el sexo.
Ambos sonríen y están contentos. La sensación de satisfacción proviene de la liberación de dopamina. Se libera porque se ha obtenido aquello que el cerebro pronosticaba que iba a tener según los estímulos sexuales recibidos: la recompensa.

Sienten el impulso de mirarse y acariciarse, de besarse. Estos gestos hacen fluir aún más la oxitocina y sensibilizan al cerebro para desear y considerar que la otra persona, en concreto, es la recompensa. Su cara, sus ojos, sus labios, la forma de sus brazos, sus pechos… Esto crea un vínculo exclusivo entre ellos. Están empezando a enamorarse.

Redacción QUO