Aunque la pasión les desbordó, no era cosa de perder el control. Por eso, corrió dando saltitos con los pantalones y calzoncillos por los pies hasta el cajón donde debía de guardar algún preservativo. Igual que un pingüino cuando escapa de la foca. La estampa, en principio divertida, pasó a patética cuando cayó de bruces y la cortina se vino abajo con él. Con ella se desplomó también el ataque de efusión. Era la primera vez que estaban juntos. Y fue la última.
Admitámoslo: no somos Glenn Close y Michael Douglas en Atracción fatal. Pero, igual que en el cine, la estética tiene un peso enorme y todo el deseo, excitación y asalto hormonal se pueden desvanecer de un plumazo a causa de un gesto ridículo, una frase desacertada o incluso una preguntita inoportuna. Rasgarle las ropas a nuestra pareja para llegar cuanto antes a nuestro objetivo es apasionante, pero ¿lo es tanto si acaba de estrenar camisa?
Comentarios fuera de lugar
¿Por qué somos tan torpes? Según la compañía estadounidense Medical Insurance, cada año casi un tercio de las personas sexualmente activas sufre un accidente a causa de la práctica sexual: catres rotos, esguinces de caderas, calambres musculares… ¿Tan complicado es antes de empezar cerciorarse de que todo está correcto y nuestra flexibilidad a punto?
Por desgracia, además de estos gags, que con el tiempo se recuerdan casi siempre con una buena dosis de humor, en nuestro expediente vergonzoso bajo las sábanas abundan más las torpezas verbales: “¿Con cuántas mujeres has estado?” “Déjame que mire quién llama”, “¿En qué piensas?” Son palabras que matan al instante el erotismo ¿Por qué ocurre? La respuesta sexual es congénita y, por tanto, simple. Pero no lo es nuestra destreza. Y como dice la psicóloga clínica y sexóloga Miren Larrazábal, autora de Sexo para torpes: “A veces, cuanto más empeño ponemos, peor. Detrás de cada metedura de pata hay unos niveles elevados de ansiedad, expectativas demasiado elevadas, sentirse evaluado, etc. Son bloqueos que llevan inevitablemente al traspié sexual”.
Hay desastres anunciados, y Miren Larrazábal menciona algunos: “Intentamos aclarar sentimientos en pleno actual sexual, juzgamos su actitud en la cama, mencionamos a un ex”. Es entonces cuando el traspié se convierte en un auténtico jarro de agua helada. “Es verdad “, añade la sexóloga, “que en la pareja debe haber sinceridad, pero la sinceridad sin delicadeza es pura brutalidad. En el acto deberíamos abandonarnos a la sensación de placer y buscar en otro momento el modo de decir esas cosas que no le gustan a uno del otro de manera que se minimice en lo posible el impacto emocional. La mujer, por ejemplo, es especialmente vulnerable a los comentarios acerca de su físico y al modo de practicar sexo”. Aunque no se verbalicen, la pareja percibe esos complejos y pensamientos negativos que impiden demasiado despliegue, y poco a poco se va desmoralizando hasta perder por completo su arrebato pasional: “Con esta postura verá mi celulitis”, “Tanta luz dejará al descubierto mis michelines”… El hombre, en cambio, teme no cumplir las expectativas.
El mejor antídoto es el sentido del humor
A veces ni siquiera es torpeza, sino la desidia de muchas parejas que se instalan en la rutina. Y puede ocurrirle a cualquiera. En su libro Tipos en la cama, el psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin habla de los fálico-astutos, que son quienes piensan que ellos tienen el pene y, por tanto, dominan la situación. Según el experto: “Estos tipos histriónicos y fanfarrones calientan la pava. Fuera de la cama, muchas fantasías y expectativas, pero en la intimidad no hay nada de lo que prometieron”.
Una vez que uno “mete la pata” en el terreno sexual es importante saber cómo salir y reanudar el juego erótico. “Si la emoción ha sido muy potente”, responde Larrazábal, “lo mejor será dejarlo hasta otro momento. En caso de que haya sido un incidente trivial, no es difícil intentar recuperar el deseo, pero sin ansiedad ni obsesión, como si fuese un juego y con grandes dosis de sensualidad y, sobre todo, de humor. La risa es el mejor bálsamo. Lo peor es dramatizar”.
Mientras, los españoles nos quedaremos con el trofeo que conceden las encuestas a nuestros hombres como los mejores amantes. Aunque para mantener ese liderazgo en la cama, mejor será mantener alejados de la cama la televisión, el móvil, el WhatsApp, etcétera.
Redacción QUO