El jugador de la selección francesa Laurent Blanc creía que la calva de su portero Fabien Barthez traía suerte al equipo. Por eso, durante el mundial de 1998 celebrado en Francia, la besaban antes de cada partido. El combinado galo ganó todos los encuentros, pero surgió un imprevisto: Barthez no podía participar en la final por las tarjetas acumuladas. Aun así, antes del partido bajó al césped para que su amigo le besara la reluciente testa. Y se llevaron la Copa del Mundo.

Redacción QUO