Ellos afinaban herramientas y ellas preparaban las pieles. Parece que lo de las tareas “propias de su sexo” ya estaba en boga cuando los neandertales paseaban por Europa. Al menos, así se lo han contado sus dientes a Antonio Rosas y Almudena Estalrrich.
Los dos investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) han estudiado incisivos y caninos fósiles de 19 individuos encontrados en tres yacimientos: El Sidrón (Asturias), L’Hortus (Francia) y Spy (Bélgica). Y en todos ellos han detectado marcas que no se corresponden con las que deja la actividad de masticar alimentos. Se trata de estalladuras del esmalte y hendiduras que encajan con el uso de la dentadura como “una tercera mano”, según explican en su artículo del Journal of Human Evolution .
[image id=»67901″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Lo curioso es que los patrones de esas marcas no coinciden en hombres y mujeres. En estas, las estrías son más largas y mientras las mellas del esmalte aparecen con más frecuencia en sus muelas, se sitúan habitualmente en los dientes de los varones. A pesar de que estas diferencias son sutiles, sí parecen corresponderse a un uso distinto para estas herramientas anatómicas: las de las féminas responden más a una actividad como preparar las pieles, mientras que los chicos ostentan marcas que pudieron producirse al afilar herramientas o desgarrar pedazos de carne.
En este estudio se pone de manifiesto una vez más la importancia de la dentadura como testimonio de las formas de vida de nuestros ancestros. En un trabajo de 2014, Juan Luis Arsuaga comprobó cómo la parte de la anatomía que primero se modificó en los albores de la especie neandertal hace 430.000 años fue el aparato masticatorio. Y Marina Lozano, de la Universidad Rovira i Virgili, demostró que los H. heidelbergensis de la Sima de los Huesos en Atapuerca usaban los dientes anteriores “como una tercera mano”, para agarrar cosas y ablandar materiales. Si bien en aquella sociedad todos los individuos (independientemente de sexo y edad) presentan el mismo desgaste, de lo que se deducía que cooperaban en las actividades y los procesos de aprendizaje. E incluso se podía derivar de las marcas que entre ellos había diestros y zurdos.
Pilar Gil Villar
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