Que vaya por delante que no es nuestra intención incitar a nadie a corromperse. Nada más lejos de la realidad. Pero lo cierto es que la ciencia parece corroborar que el hecho de rechazar un soborno produce más estrés que aceptarlo. Así lo confirma un estudio realizado por la Univseritat Jaume I y cuyos resultados se han publicado en la revista Frontiers in Behavioral Neuroscience.

Los investigadores observaron en un experimento que los voluntarios que rechazaban un supuesto soberno mostraban mayores niveles de excitación y estrés, que aquellos que sucumbían a la tentación y lo aceptaban. la explicación parece resisdir en que, pese a que estaban tomando una decisión más ética, también sentían (probablemente a nivel inconsciente) que rechazar el dinero ilícito afectaba a sus intereses más egoístas y puramente monetarios, lo que se convertía en una fuente de estrés.

La buena noticia es que, pese a ese aumento del estrés, el número de voluntarios que rechazó el soborno fue sustancialmente superior al de los que lo aceptaron. Y el número creció aún más cuando se introdujo en el experimento la posibilidad de que los sobornados fueran castigados si se les pillaba. La cifra de corruptos disminuyó entonces de forma asombrosa.

El experimento puede servir para comprender mejor las raíces de un comportamiento tan complejo como el de la corrupción y para revelar también que, pese a que la honradez parece conllevar un coste emocional, esta tiende a prevalecer sobre su reverso negativo (al menos entre los voluntarios del citado experimento).

Redacción QUO