Seguro que te ha pasado alguna vez: alguien tararea una canción y, te guste o no, la melodía queda atrapada en tu cabeza durante varios días. Es un recuerdo implacable y difícil de controlar al que los expertos denominan imaginería musical involuntaria (INMI, por sus siglas en inglés).

El fenómeno es bastante común, aunque personas con ciertos rasgos en su personalidad como el neuroticismo (inestabilidad emocional) pueden experimentarlo más que otros. Si bien los neurocientíficos conocían bastante acerca de este proceso, su base neuronal todavía era todo un misterio. Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista especializada Consciousness and Cognition, arroja algo de luz sobre cómo se produce este fenómeno en nuestro cerebro. Según explican, la frecuencia de repetición de ciertas melodías en nuestra cabeza puede estar relacionada con el espesor de las regiones del cerebro que están implicadas en la imaginería musical involuntaria, además de estar asociada con áreas responsables de las emociones y la memoria.

Podríais pensar que el tema es toda una trivialidad al que no merece la pena dedicarle esfuerzos, pero los neurocientíficos están interesados en este proceso porque puede mejorar nuestro estado de ánimo y nuestras emociones, al igual que ocurre cuando escuchamos música. Además, en torno al 40% de nuestros pensamientos diarios no están bajo nuestro control y el INMI es una de las formas más frecuentes de este tipo de pensamiento espontáneo.

Para llevar a cabo la investigación, los científicos contaron con 44 voluntarios de ambos sexos con edades comprendidas entre los 25 y los 70 años. Ninguno de ellos tenía un historial de daño neurológico o pérdida de audición, y tampoco eran músicos expertos. Tras completar una encuesta sobre sus experiencias personales con el INMI y responder cómo el ‘fenómeno de la canción pegada’ afectaba a su vida cotidiana, los investigadores tomaron imágenes de sus cerebros con una máquina de resonancia magnética con el fin de encontrar diferencias morfológicas como, por ejemplo, un mayor volumen de tejido cerebral (asociado con el INMI).

Como explican en la publicación, encontraron una correlación entre este fenómeno y el espesor de la corteza cerebral en dos regiones del cerebro: en el área de Heschl y en el giro frontal inferior derecho. El primero, curiosamente, está relacionado con la percepción auditiva o cómo nuestro cerebro interpreta los sonidos que oímos (la versión consciente del INMI). El segundo se cree que está implicado en nuestra memoria musical.

Sorprendentemente, los científicos encontraron que aquellos voluntarios que tenían menor espesor en el área de Heschl tendían a experimentar este fenómeno con más frecuencia, lo que no encaja con la investigación realizada hace un tiempo en la que se concluía que los expertos musicales solían tener cortezas más gruesas que los no expertos.

Fuentes:

iflscience.com | psypost.org | sciencedirect.com |

Redacción QUO