Asociada a delincuentes sexuales, la castración química es una realidad desde 1940. Pero, ¿cómo es la vida de las personas que se someten a este proceso? ¿Es tan traumático como parece?

En España la castración química obligatoria está prohibida. Hubo un experimento en Cataluña, en 2009, que intentó promover su aplicación entre los reclusos condenados por violación. Ninguno se ofreció voluntario. En otras partes del mundo se aplica por imperativo legal: California, Georgia, Texas, Montana, Florida y Luisiana en Estados Unidos y en países como Bélgica, Gran Bretaña, Suiza y Polonia.

Pero ¿qué lleva a un hombre a asumir motu proprio la castración? La adicción al sexo y el riesgo de echar por tierra el matrimonio está detrás de un 20% de los pacientes que acuden al Institute for Sexual Wellness de Massachusetts (ISM). Allí se encuentra una psiquiatra, Renee Sorrentino, que se ha destacado por recetar Lupron, un fármaco creado inicialmente para tratar algunos tipos de cáncer pero que ha demostrado también su eficacia en este tipo de terapia. Lo descubrió mientras trabajaba en Canadá y le llamó la atención su capacidad para reducir las obsesiones sexuales. Uno de sus pacientes más satisfechos es un hombre de 62 años que estaba a punto de echar por tierra su vida familiar. En una entrevista concecida a Science of Us (nymag.com) este paciente ha desvelado las razones que le llevaron a tomar la decisión de medicarse y su vida después de ello.

– ¿Cuánto tiempo lleva medicándose?

Desde hace un año y medio. Es absolutamente fantástico. No he tenido ni una erección desde hace muchos meses.

¡Es fantástico! No he tenido ni una erección desde hace varios meses

– ¿Qué le llevó a someterse voluntariamente a un tratamiento de este tipo?

Me pasaba el día visitando a prostitutas a espaldas de mi esposa. Era un adicción similar a la de las drogas. Pero tan pronto como terminaba de estar con ellas me sentía un miserable y me preguntaba “¿qué acabo de hacer?”. Mi mujer lo descubrió. Fue un drama. Me animó a recibir terapia. Fuimos a un especialista. Al principio, ella no quería estar presente durante mis encuentros con él, pero insistí en que estuviera a mi lado para que escuchara todo lo que iba a decir. Quería que dejara de haber secretos entre nosotros.

– ¿Resultó?

Me recetó Xanax, pero yo creo que era un medicamento muy suave para un caso como el mío. Mis pensamientos sexuales no se detuvieron con ello. En el fondo, no era feliz. Nos hablaron de la doctora Sorrentino y acudimos a ella.

-¿Se considera usted una especie de monstruo?

No sé. Lo que sí sé es que estaba dispuesto a todo, incluso a quitarme los testículos, con tal de salvar mi matrimonio.

– ¿Cómo fue el tratamiento?

Comenzamos con seis sesiones de terapia conversacional y un par de técnicas cognitivo-conductuales. Una de ellas consistía en llevar una goma elástica en la muñeca. Debía tirar de ella cada vez que pensara en una prostituta. Me sorprendí a mí mismo viendo la cantidad de veces que lo hacía.

– ¿Ha tenido efectos físicos secundarios?

Yo, apenas. Se supone que el medicamento puede provocarte aumento de peso, sudores nocturnos y el crecimiento del pecho. En mi caso no ha sido así. También alertan del riesgo de fractura ósea y de osteoporosis. Para evitarlo tomé Fofamax y suplementos de calcio.

– ¿Aprovechó para tener las últimas relaciones sexuales con su esposa antes de iniciar el tratamiento?

No. Quería someterme a terapia lo antes posible.

Una vida sin sexo es mejor que el infierno en el que me encontraba antes

– ¿Qué sintió cuando le aplicaron la primera inyección?

Me la pusieron en la nalga. Me dolió un poco y sentí cierto escozor. Hasta la segunda inyección no empezó a disminuir el deseo sexual. Seguí teniendo erecciones durante un par de meses. Luego fueron desapareciendo poco a poco, pero los pensamientos obscenos me acompañaron durante medio año, aunque también es cierto que cada vez con menor frecuencia.

– ¿No le preocupa el hecho de no volver a tener deseo sexual?

No. Era la única manera de salvar a mi familia. Mi esposa estaba feliz. Podía estar tranquila aunque no supiera donde estaba yo. No me preocupa no volver a tener relaciones sexuales. He llenado mi vida con otras cosas. Ahora paso mucho tiempo con mis nietos, estoy haciendo un máster… Todo ha vuelto a la normalidad, excepto mi vida sexual.

– ¿Ha cambiado la apariencia de sus genitales?

En absoluto

– ¿Qué pasa cuando ve una mujer atractiva en la calle?

El cuerpo de una mujer hermosa es siempre digno de admiración. Todavía me siento atraído por las mujeres y me gusta mirar, aunque no pueda tocar.

– ¿Cómo surgió tu adicción al sexo?

Empecé a viajar por motivos profesionales. En una ocasión, estando aburrido en el hotel, decidí ir a un lugar de strippers.

– ¿Con cuántas prostitutas has tenido relación?

Entre 50 y 100.

– ¿Se siente menos hombre después de la castración química?

Todo lo contrario. Antes me sentía indigno. La noche anterior a una cita no podía dormir pensando en que iba a ser descubierto… Estaba fatal. Era un miserable.

– ¿Cómo es ahora su relación con su esposa?

Genial. Nos besamos, salimos, vamos de vacaciones…Realmente aprecio todo lo que ha hecho por mí.

– ¿Se siente culpable por el hecho de que su esposa haya tenido también que sacrificar su sexualidad?

Ella prefiere la honestidad y la tranquilidad por encima de todo. Una vida sin sexo es mejor que el infierno en el que antes nos encontrábamos.

Redacción QUO