Un estudio que congregó a 2.500 voluntarios de 23 países diferentes ha determinado que vivir en una sociedad corrupta nos hace más deshonestos. El estudio, liderado por Simon Gäechter, profesor de psicología de las decisiones de laUniversidad de Nottingham y Jonathan Schulz, de Yale, ha sido publicado en la revista Nature.
Para llegar a estas conclusiones se realizó un experimento. Los voluntarios ingresaban en una cabina cerrada. Allí debían lanzar dos dados, cuanto mayor era el número, más alto el incentivo económico que recibían. “El experimento era muy sencillo – explica Gäechter –, debían lanzar dos dados en orden y decir el número del primer lanzamiento. Supuestamente nadie podía verlos, nadie les haría preguntas y recibirían en pago. Si todo el mundo hubiera sido honesto, los resultados hubiera sido similares. Pero al existir un incentivo económico por el número más alto, algunos hicieron trampa”.
Los autores concluyeron que aquellos voluntarios que vivían en sociedades con instituciones débiles o corruptas, eran más propensos a mentir acerca del número obtenido. “Si se vive en un entorno en el que todo el mundo rompe las reglas – concluye Gäechter – se termina pensando que ese comportamiento está permitido. Eso sí, los niveles de engaño nunca fueron muy altos, solo se buscaba obtener una pequeña ventaja, lo que muestra que sorprendentemente, la gente es honesta en general. La diferencia se encuentra en el límite que la sociedad en la que vive asume como permisible”. De acuerdo con los resultados, la corrupción no solo tiene efectos adversos en la economía de una nación, sino también afecta la honestidad intrínseca de sus habitantes.

Juan Scaliter