El mito del infierno está presente en muchísimas culturas. Por ese motivo, en el mundo existen numerosos túneles que, según las tradiciones de cada lugar, conducían supuestamente al inframundo. Uno de ellos se encuentra en Turquía, en la ruinas de la ciudad romana de Hierápolis, dónde los antiguos latinos ubicaban una de las entradas que conducían al averno.

El acceso a la gruta fue descubierto hace siete años, y se encuentra situado junto a un templo al aire libre dedicado a Plutón.Los investigadores comprobaron que del interior de la cueva emanaba dióxido de carbono, que provocan que los animales de pequeño tamaño como pájaros o roedores que se acercan a ella, caigan fulminados casi al instante.

Las investigaciones han revelado que los sacerdotes romanos realizaban allí sacrificios rituales, en los que los toros eran usados como ofrendas. Las reses caían inconscientes a causa de esas emanaciones, y los sacerdotes procedían entonces a sacrificarlas. Pero a ellos el dióxido de carbono no les afectaba. ¿Cómo era eso posible?

Ahora, un equipo de investigadores de la University of Duisburg-Essen, de Alemania, ha encontrado la respuesta a este misterio. Al parecer, las emanaciones son mayores durante las horas de la noche, y la mayor acumulación de gas se produce al amanecer, a una altura que llega hasta casi medio metro de altura. Pero, a partir de ahí, comienza a disminuir. Por ese motivo, los animales que eran conducidos allí al amanecer para ser sacrificados, quedaban anestesiados por sus efectos, pero no afectaban a alos seres humanos.

Vicente Fernández López