Ha habido otros medicamentos “por casualidad”: Viagra había comenzado a utilizarse para tratar la insuficiencia cardíaca cuando se descubrieron sus efectos sobre la impotencia. Pero la respuesta es no.

La dapoxetina en ningún caso modifica el estado de ánimo, como hace un antidepresivo, aunque actúe sobre el mismo neurotransmisor que este. María Dolores Morón, psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, explica que: “La nueva molécula interviene selectivamente sobre el receptor de la recaptación de la serotonina que regula la eyaculación, no sobre las otras veinte funciones conocidas de este neurotransmisor”.

Por tanto, sus efectos no tienen nada que ver con los de los fármacos para tratar la depresión. En lo único que se parecen a estos es en el precio, nada despreciable, como el de la mayoría de las novedades que se aprueban.

Precio europeo

La Agencia Española del Medicamento ha fijado un precio de 35,50 euros para el envase de tres comprimidos de 30 mg y de 45 euros para el de 60 mg, el mismo con el que se ha comercializado en Alemania, Austria, Finlandia, Suecia y Portugal.

Las asociaciones de consumidores defienden un precio común para toda la UE. “Es la única forma de crear un mercado único y evitar el comercio de fármacos que se producía cuando tenían precios distintos en cada uno de los países”, dice Antonio López, de la Confederación Española de Consumidores y Usuarios, CECU.

Pero 11,80 euros por pastilla (15 si es de 60 mg) le parece un abuso para un medicamento de uso masivo: “Hay que exigir que se baje el precio para que Prigily sea accesible a todos y no se convierta en una pastilla solo para ricos”, añade Antonio López. Una persona que tenga seis relaciones sexuales al mes tendría que desembolsar entre 71 y 90 euros.

“Al margen del precio, la aparición de un tratamiento para la más importante de las disfunciones sexuales supone un antes y un después, igual que lo fue Viagra en su momento”, opina Juan Carlos Ruiz.

Redacción QUO