Hace tiempo formó parte del espejo retrovisor de un coche familiar que acabó en el desguace después de mucho trasiego. Hoy luce brillante en la pata delantera de una escultura que representa a una rana común. Se trata de una de las piezas de la obra del artista francés Edouard Martinet, quien asegura: “Me gusta pensar que mis creaciones le dan una segunda oportunidad a objetos que ya solo eran pasado”. Y así es. En el universo de Martinet, los frenos de bicicleta pueden dar vida a las antenas de un insecto, y los ojos de un pez antes eran faros de un coche. Pero aunque pueda parecerlo, no cualquier material reciclado vale.
Una aguja en un desguace
“Primero imagino una pieza; después, la diseño; y por último, busco el material que utilizaré para componerla. Una labor, esta última, a veces complicada. De hecho, he llegado a tardar 17 años en completar una de mis obras por no encontrar el componente adecuado”, asegura Martinet. ¿Y de dónde procede ese gusto por los “bichos”? “El culpable fue un profesor que tuve en primaria, que también era entomólogo y que despertó mi interés en este mundo. Además, me gusta representar animales con potencial cómico, como avestruces, peces y sapos”, confiesa el escultor.
La última vez que se vio expuesta su obra fue en la galería londinense Sladmore a principios de junio, donde ha cosechado un gran éxito. “Me divierte especialmente la reacción de los niños ante mi trabajo. Cuando mi hija de siete años y sus amigos se cuelan en mi estudio, hay una gran variedad de respuestas. Algunos se quedan embobados, pero la mayoría quiere tocarlas y moverlas a toda costa”, termina Martinet.
Las teclas “o” y “q” de viejas máquinas de escribir hacen las veces de ojos. Y los largos cuellos y el plumaje de estas avestruces los componen los brazos mecánicos que permitían grabar cada letra en el papel.
Las alas de esta libélula las forma la red protectora de un casco de esgrima y la estructura de un paraguas. Su cuerpo es cobre satinado, y sus ojos proceden de los faros de una moto.
Los élitros de este escarabajo egipcio están hechos con la carcasa de un faro de un coche de la II Guerra Mundial, y la cabeza con el de una moto Luxor.
Trozos de viejos juguetes de latón y de una pala para carbón han servido para dar forma a este escarabajo común.
El final de cada pata es un minitenedor para pescado.
Para las aletas utilizó espumaderas, y para las escamas, cucharillas de café. Para crear el cuerpo de este pez se usó el guardabarros (abajo) y el carenado (arriba) de una motocicleta.
Los expresivos ojos de este sapo son faros, y su cuerpo, parte de las carcasas de un par de automóviles antiguos. Las patas son secciones de espejos retrovisores.
El caparazón de esta mariquita procede de una lámpara de aceite (para trabajos en carretera), los ojos son dos faros de bicicleta, y sus alas (escondidas) son dos viejos trozos de discos de vinilo.
Aunque no lo creas, la cabeza y el cuello de esta paloma provienen de los altavoces de una vieja radio. El cuerpo y las alas son parte de una moto clásica americana.
Esta gamba está cubierta con el aluminio de un viejo coche. Sus antenas son los cables de frenos de una bicicleta, y sus ojos, parte del picaporte interior de un Peugeot de los años 40.
Esta mantis debe sus alas a las luces traseras de un Peugeot 404, y el tórax, a parte de un parachoques de un coche de los años 50. Su boca es un cazo, y sus patas, parte de los frenos de una bicicleta.
¿Qué dirías que son las patas traseras de este saltamontes? Pues la horquilla de una vieja bicicleta. Y Su cuerpo es parte del protector de ruedas del mismo vehículo.
Cadenas de fontanería, frenos para bicicleta y tuberías forman parte de esta araña y su tela.
Desde que era un niño, a Edouard Martinet (París, 1963) le ha gustado atesorar “basura” para crear objetos (sobre todo, barcos). Veinte años después se gana la vida creando esculturas a partir de materiales metálicos reciclados.