Burócrata audaz
En 1948, Wilfred Thesiger dejó su puesto de oficinista en Londres y viajó al sultanato de Aussa (Etiopía), donde los europeos corrían peligro. Años después, un corresponsal le retrató convertido en un hombre del desierto.
Pionero del Polo Norte
“Mis experiencias en ambos Polos me han demostrado que Dios ha reservado la mayor belleza para los lugares más remotos y peligrosos del planeta”
Richard E. Byrd, almirante de EEUU y el primer hombre que, en 1929, sobrevoló el Polo Norte. Cuatro años antes, en 1925, había participado en otra expedición a Groenlandia, durante la cual se tomó esta foto en la que un cámara de su equipo filma a un niño inuit.
Dos años en una cárcel de hielo
“¿No podría estallar un huracán y romper el hielo que nos tiene cautivos? Nos hace falta ingenio para escapar de este puño gigante que rara vez suelta lo que ha atrapado”
Fridtjof Nansen, pensando cómo salir del hielo en que pasó dos años atrapado. Mientras, varias pieles de animales se curten en la proa del barco.
Dos años en una cárcel de hielo
Cada día parece durar más que el anterior, y el aburrimiento está destruyendo nuestra moral. Han empezado las peleas. y temo que muera alguien.” Así resumía en su diario el noruego Fridtjof Nansen el infierno que él y los ocho hombres de su tripulación vivieron entre 1893 y 1895, los dos años que pasaron atrapados por un mar de hielo cuando navegaban hacia el Polo Norte. Harto de aquella situación, Nansen abandonó el barco y, junto a uno de sus ayudantes, trató de llegar al polo geográfico a pie. Pero no lo lograron. El invierno se les echó encima, tuvieron que comerse a sus perros y pasar la estación de las nieves en un iglú. Cuando pasó el mal tiempo, construyeron un kayak para intentar llegar remando ¡hasta Noruega! Una gesta imposible que les habría costado la vida si no hubieran sido rescatados por un buque inglés. ¿Qué suerte corrieron los hombres que quedaron en el barco? Una corriente providencial empujó el casquete de hielo que les aprisionaba hacia aguas más cálidas. Todos salvaron sus vidas, aunque el Polo seguía invicto. De hecho, no fue conquistado hasta 1908.
7 de abril de 1908
“Si queremos colonizar el Polo, al hombre blanco se le debe permitir la compañía de mujeres nativas. De esa unión surgirá una raza que combine la fuerza de las madres con la inteligencia de los padres”
Robert Edwin Peary, el primer hombre que alcanzó el Polo Norte, fue el autor de este retrato de una india inuit de Groenlandia. El marino fue, además, padre de dos niños mestizos.
Foto falsa
Esta foto dio la vuelta al mundo, aunque era falsa. En ella se ve a Frederick Cook en Alaska, supuestamente coronando la cima del monte McKinley, el pico más alto de EEUU, aunque en realidad se había retratado en la cima de otra montaña más pequeña. Lejos de arrepentirse, se inventó otra patraña: en 1908 dijo que había sido el primer hombre en llegar al Polo Norte geográfico.
La montaña más alta del planeta
“Cada vez que subíamos una altura, otra mayor surgía ante nosotros y la cima parecía más lejana”
Edmund Hillary, conquistador del Everest, tomó esta foto de su equipo subiendo hasta un campamento donde les esperaba el resto de la expedición. A partir de ahí, Hillary y Tenzing siguieron solos.
George Mallory
“Quien no sienta el placer de enfrentarse a la montaña con la única ayuda de sus manos y su ingenio, como si estuviera desnudo, no sabrá nunca lo que es estar realmente vivo”
George Mallory, montañero y naturista británico, muerto en 1924 en el Everest. En la foto posa desnudo (el primero a la derecha) tras vadear un río.
Barcos hechos de caña y papiros
Perú y Polinesia son dos lugares separados por el Pacífico, pero unidos por un nombre: Kon-Tiki, la balsa de cañas que el noruego Thor Heyerdhal fabricó en 1947 para cruzar el océano. ¿Por qué? Para demostrar que los nativos precolombinos pudieron emigrar a los Mares del Sur. Heyerdhal zarpó del puerto peruano del Callao junto a otros cinco aventureros y dos mascotas: un loro que hablaba en español y el cangrejo Johannes. Tras 97 días de travesía, la expedición finalizó cuando la nave embarrancó en el arrecife de Raroia, en Tahití. La misma isla a la que arribó el capitán James Cook en 1769 durante su primer viaje a la Polinesia.
Joseph Banks
“El trueque empezó cuando el jefe maorí nos ofreció una langosta y, luego, varios huesos humanos roídos”
Joseph Banks, filósofo que viajó con el capitán Cook por el Pacífico y autor de este dibujo, en el que se ve al célebre marino con el cacique indígena Heu Heu.
Barcos hechos de caña y papiros
Tras haber probado su teoría, Heyerdhal aún tuvo agallas para embarcarse en otra odisea, y en 1970 cruzó el Atlántico en una nave hecha de papiros, la Ra II, para demostrar que los egipcios llegaron a América del Sur.
Thor Heyerdahl, a quien se ve en la foto a punto de ser engullido por las olas durante su travesía del Atlántico en 1970, en la nave Ra II.
John Stephens
“Iniciamos el descenso por la escalera de troncos, pero uno de los peldaños se rompió y nos salvamos de la mano”
John Stephens, descubridor de Tikai, ciudad maya subterránea que dibujó con todo detalle su compañero, Frederick Catherwood.
Hiram Bingam
“De pronto nos hallamos frente a las ruinas de las más interesantes estructuras de la América antigua. ¿Pero me creería alguien cuando lo contase? Afortunadamente, había llevado una cámara”
Hiram Bingam, arqueólogo de Harvard, al descubrir en 1911 las ruinas de Machu Picchu en los Andes.
Charles Darwin dibujó, durante su estancia en la isla Keelin (Costa Rica), estas palmeras, algunas de las cuales rozaban los 50 metros de altura, según el naturalista.
El ‘infiel’ que llegó a La Meca y exploró el África negra
Que un blanco viajara a La Meca en 1847 era un suicidio, ya que la ciudad sagrada de los musulmanes era territorio prohibido para”los infieles”, y cruzar sus muros se pagaba con la muerte. Pero entre los miles de peregrinos que aquel año recorrían el desierto para rezar ante la Kaaba había un occidental, el capitán irlandés Richard F. Burton, camuflado con ropas típicas y con la piel maquillada. Pese a su disfraz, Burton fue descubierto y la multitud de fieles quiso lapidarle, pero el militar echó mano a su daga y se defendió a puñaladas. Tal fue su fiereza, que los peregrinos le perdonaron y le permitieron viajar con ellos, encubriéndole con su silencio cómplice. Richard Burton vivió varios años en el mundo árabe, y a su regreso realizó la primera traducción al inglés de Las mil y una noches y del Kamasutra. En 1857 emprendió junto a John Speke una expedición a África para buscar las fuentes del Nilo, en la cual descubrieron el lago Victoria. Precisamente así bautizó también otro gran explorador africano, Livingstone, a las cataratas que descubrió en el río Zambeze.
Pese a que Richard Burton era partidario de la poligamia, solo tuvo una esposa, Isabel, quien acompañó a su marido en un largo viaje por Siria.
“Los nativos llaman a ese lugar ‘los mil truenos de humo’, porque el ruido y la espuma se perciben desde varias millas”
Así describió, en 1860 las cataratas Victoria su descubridor, el misionero británico David Livingstone. La imponente cascada africana fue dibujada (izda.) por el pintor Thomas Baine, quien acompañaba al clérigo en su expedición.
“Avanzar bajo el huracán era todo un arte. Fuera del refugio, el viento arrastraba a cualquiera”
Douglas Mawson, intentando llegar con un compañero a los barracones de su campamento en la Antártida. Los expedicionarios solo podían obtener agua derritiendo hielo en la estufa; por eso tenían que salir a buscarlo pese al mal tiempo.
“Solo un metro y medio de agua helada nos separa de dos mil brazas de océano y nos impide navegar”
Ernest Shackleton, marino británico que en 1916 vivió la última gesta antártica. Trató de circunvalar el Polo Sur en un barco, el Endurance, que quedó atrapado entre los icebergs que acabaron engulléndolo.
“Dudo que pueda escribir más. Firmado: R. Scott. Por favor, cuiden de los nuestros”
Las últimas palabras que Robert Scott anotó en su diario. El explorador, que vemos en su despacho, murió congelado en el Polo Sur a solo 10 km de un refugio.
“Igual que para nuestros ancestros vikingos, el barco era nuestro mayor tesoro”
El noruego Roald Amundsen, quien lideró la expedición que conquistó la Antártida, con sus hombres a bordo del Gjoa.