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Oscar Pistorius nació sin peronés, y tuvieron que amputarle las piernas a los once años. A los 21, se enfrentó a la paradoja de que consideraban que corriendo podría tener ventaja sobre los atletas con extremidades naturales. Pistorius es el hombre sin piernas más rápido del mundo. No tenía rival en los juegos paralímpicos, donde era la estrella de los 400 metros. Pero hace unos años, este atleta sudafricano lanzó un desafío a la Federación Internacional de Atletismo (IAAF): quería participar en los Juegos Olímpicos de Pekín y competir con la élite de los deportistas mundiales. Finalmente logró esto último, y ahora acaba de conseguir que le dejen participar en las Olimpiadas de Londres como cualquier otro corredor no paralímpico.
“No soy un discapacitado”
Oscar no se considera un minusválido. “Cuando subo al autobús nunca ocupo un asiento; los dejo libres para quien los necesite”, afirma. El atleta no tuvo reparo incluso en competir en Roma hace opcos años contra otros colegas sin discapacidad en unas pruebas amistosas, y aunque no ganó, arrancó una ovación del público cuando conquistó un segundo puesto por el que nadie apostaba. Logros como este le han motivado a seguir con su órdago olímpico para superar una de las últimas fronteras que aún les quedan a los mutilados.
Pistorius no logró estar en la Olimpiada de Pekín. Lo sorprendente fue la razón aludida: el deportista podría tener ventaja sobre sus rivales con dos piernas. ¿Pero es eso posible? Oscar corre con dos prótesis de fibra de carbono, bautizadas Cheetah (guepardo) por la velocidad que se puede alcanzar con ellas. De hecho, la IAAF, basándose en un informe del Laboratorio de Biomecánica de Colonia, aseguró que era como si Pistorius corriera sobre muelles. Según el dictamen, sus piernas sustitutivas le devuelven un 90% de la energía cuando pisa, propulsándolo hacia adelante, mientras que la devolución en una pierna natural es del 60%.
Además, al ser más largas que unas piernas, podría dar zancadas más amplias; también dicen que la ausencia de músculo le ayuda a correr sin experimentar la fatiga causada por un aumento del ácido lácteo. Todos estos datos parecen corroborados por el hecho de que Oscar corre a más velocidad durante la segunda mitad de la prueba, cuando lo habitual en los atletas es lo contrario. ¿Pero realmente las prótesis le dan tanta ventaja?
La clave está en el corazón
David Barrallo era un atleta paralímpico catalán. A diferencia de Pistorius, a él solo le faltaba una pierna, pero competía en la misma categoría que el sudafricano. Nuestro compatriota no se quedó al margen de la polémica generada. “No creo que las prótesis nos den ventaja”, afirma. “La clave del éxito en el atletismo, más que en las piernas, está en la capacidad cardíaca, y en eso Pistorius tiene una potencia extraordinaria”.
No es su única crítica al informe del IAAF. Asegura que: “Ese 90% de energía que devuelve la prótesis es lo que permite simular el paso natural de unas piernas a buen ritmo. Además, la falta de los músculos de las extremidades inferiores hay que suplirla con el esfuerzo del resto del cuerpo, lo que nos quita un 25% más de energía que al resto de los atletas”.
Pero la verdad sobre la supuesta superioridad de su colega se verá con el tiempo. “Pistorius cubre los 400 m en 46 segundos”, cuenta Barrallo. “Si es cierto que tiene tanta ventaja, acabará haciendo 42 segundos y batiendo la marca de Michael Johnson, el recordman mundial”.
La generación Blade Runner
Gente como Pistorius y Barrallo se han ganado el apodo de atletas biónicos. A ellos no les gusta esta etiqueta, porque se fija más en la técnica de sus prótesis que en su esfuerzo; pero bajo ella subyace una realidad: cada vez hay menos retos imposibles para los discapacitados.
Es cierto que en muchas ciudades aún es imposible acceder a algunos edificios en silla de ruedas. Pero también lo es que se está preparando la primera expedición de discapacitados a la Antártida. Partirá en diciembre, y tres personas podrán pisar los hielos por los que caminó Amundsen. Mientras llega el momento, cinco aspirantes se entrenan en Noruega con el fin de ser seleccionados.
Entre ellos está Iria González-Dopeso, una gallega que perdió la pierna derecha al ser atropellada por un coche. Antes, ni se había imaginado ir al Polo Sur; y si se lo hubieran dicho tras el accidente, habría pensado que le tomaban el pelo. Pero, ahora, equipada con una prótesis flex-food (similar a la de Pistorius) se entrena con los esquís. “Lo peor es el dolor”, dice Iria. “Lo siento casi cada día, y aquí es mayor, por el frío. Además, tengo que ver si la temperatura afecta a cómo encaja la prótesis en el muñón. Es durísimo, pero me puede la ilusión”. No es para menos. Si es seleccionada, será la primera mujer amputada que pise el Polo Sur.
La prótesis milagrosa
Muchas de estas historias no serían posibles sin las prótesis flex-food. Una revolución biomecánica cuyo origen se remonta a un accidente de esquí acuático en 1976 en un lago de Arizona, en el que el deportista Van Phillips perdió una pierna. Ninguna de las prótesis que probó le permitía hacer deporte. Hasta que conoció al ingeniero Dale Abildskov, que había trabajado para la industria espacial. Entre los dos diseñaron unas con forma de L, fabricadas con una variedad de carbono cuya flexibilidad imita perfectamente los movimientos del pie.
La modalidad más conocida de estas prótesis es Cheetah, utilizada por el 90% de los atletas con alguna mutilación. La de David Barrallo, alemana, cuesta diez mil euros, frente a los doce mil de la que emplea Oscar Pistorius, de procedencia islandesa. Las diferencias estriban en que la de Barrallo está terminada en lo que llaman “dedo de doble curvatura”, que roza menos con el suelo, y la del sudafricano en uno en forma de palanca, que amortigua mejor el impacto de la pisada. La elección depende del estilo de cada corredor.
Sobredosis de coraje
Las prótesis son un estímulo. Pero, como afirma otro paralímpico, Marlon Shirley: “La ayuda técnica es el 10% de la solución; la otra mitad mezcla un 30% de fuerza física y un 60% de voluntad”. Seguro que David Barrallo le da la razón. Acostumbrarse a correr con estos artilugios no es sencillo. El catalán necesitó seis meses para aprender a manejarse con sus accesorios: mantener el equilibrio, controlar la velocidad… Y pasó otro medio año antes de estar listo para competir. Dicen que es como volver a aprender a andar.
Pero tanto sacrificio está ayudando a crear la conciencia de que con tesón y ayuda de la técnica, una persona mutilada puede llegar muy lejos. Lo demuestran mujeres como Aimee Mullins y Sarah Reinertsen, quienes, además de triunfar co­mo atletas, son sex symbols. Sarah bromea con eso: “Si me pongo pantalones, mis amigos dicen que es una pena que no se vea esa pierna tan fashion que tengo”.
¿Exagerado? Pues entonces, la historia de Rudy García-Tolson parecerá alucinante. Este joven nació con una enfermedad degenerativa que le dejó las piernas inútiles. Tras quince operaciones fallidas, su pasión por el deporte le llevó a tomar una decisión drástica: pedir que se las cortaran para poder entrenar con prótesis. Hoy, posee once medallas paralímpicas
A la vista de todo esto, tal vez sea hora de desterrar la palabra discapacitados y buscar otra. ¿Vale recapacitados?