Hay una película de John Huston basada en un guión de Truman Capote tiulada La burla del diablo. En ella, el personaje de Humphrey Bogart le presenta a su esposa, Gina Lollobrígida, a tres estirados caballeros que acabarán revelándos como tres asesinos. Luego, Bogart le pregunta a ella: «¿Qué te han parecido esos tres?» «No te fíes de ellos», responde la Lollo. «Son peligrosos… Ni siquiera me han mirado las piernas».

Me parece difícil escribir un homenaje mejor al poder seductor de las piernas femeninas que esa irónica frase del guión de Capote.

Pero voy a intentarlo reuniendo en una galería a las actrices que, desde mi subjetiva opinión han lucido las mejores extremedidades inferiores.

Se admiten sugerencias asi que, anímense, aporten más nombres, y hacemos crecer la lista.

Y para que no me acusen de sexista (bueno, ustedes pueden acusarme de lo que quieran) les prometo que proximamente haré otra de actores con buenos abdominales.

Cristina Higueras

La aportación española a esta selección. Y no porque la diga yo. Que la Higueras tiene las mejores piernas del cine y el teatro español es algo que viene diciéndose desde los años 80, así que no les estoy descubriendo el misterio de la esfinge. Yo si les diría, eso sí, que miren bien sus fotos y comprobarán que también tiene los mejores deltoides, el mejor esternocleidomastoideo, y de momento pongo fin a esta lección de anatomía.

Curiosamente, en su faceta de actriz teatral, Cristina ha lucido poco sus piernas. Lo ha hecho en, Aya no tsuzumi, en Alta seducción, en La trama, en Ramírez, y en unas pocas obras más.

Por el contrario, las exhibió generosamente en su faceta de presentadora, en programas como De 7 en 7, Descartes o Por la tarde, para regocijo de toda una generación de espectadores.

Pero no querría convertir a Cristina en una mera metonimia y reducirla solo a sus piernas. No me gustaría que su belleza hiciera olvidar que es una actriz de raza, con una magnífica carrera teatral que va de Eurípides a Galdós, pasando por Mishima, Lillian Hellman o Gacía Lorca.

Y que en el cine ha rodado con directores como Manuel Gutirérrez Aragón y ha compartido la pantalla con figuras incluso internacionales, como el legendario Stewart Granger (sí, el mismísimo Sacaramouche), con Jeff Goldblun, Sam Neill, James Fox…

A lo largo de sus tres décadas como actriz la hemos visto vestida de griega, de emperatriz romana, de dama del siglo XIX, de señorita recatada… Y de todas las formas estaba increíble.

Pero como más me sigue gustando es con minifalda. Y espero que ustedes (y ella si es que lega a leer esto) me disculpen la frivolidad. Pero es que la intención de este pequeño reportaje es que fuera muy frívolo.

Catherine Bach

Uno de mis mitos catódicos. Esta monada fue la protagonista de una serie de TV de los años 70 titulada The Dukes of Hazzard. Por estos lares no es muy recordada, y el telefilme tampoco era gran cosa: la típica historia de aventuras sureñas con contrabandistas de licor, sheriffs y persecuciones de coches. Pero se salvaba gracias a ella, poseedora de uno de los mejores pares de piernas que he visto en una pantalla (por supuesto, tras las de Cyd Charisse, Cristina Higueras y Marlene Dietrich).

Eso sí, nadie ha lucido los minishorts como ella. Ya que esta era una galería de trajes de baño, no he podido poner una foto suya en pantalón corto, pero busquen su nombre en Google, que está lleno de fotos de ella, y ya verán, ya verán…

En cuanto a la pantalla grande, su carrera no fue gran cosa. Se ligó con un jovencísimo Jeff Bridges en Un botín de 500 mil dólares (1975), la estupenda ópera prima de Michael Cimino, y coprotagonizó El hombre de la medianoche (1974), un extraño y curioso thriller dirigido por Burt Lancaster.

Cyd Charisse

Existe una especie de unanimidad al afirmar que las de esta actriz y bailarina han sido las mejores piernas de toda la historia del cine. Y no seré yo quien vaya a negarlo. El número musical (a partir del 0,30) que protagonizó en Cantando bajo la lluvia y en el que luce de forma espectacular su perfecta anatomía es ya un nhito del cine musical. Pero sus piernas también dieron juego en otros títulos inolvidables como Melodías de Broadway o La bella de Moscú. Fuera del género musical también demostró unas notables dotes como actriz en títulos como Dos semanas en otra ciudad, donde encarnaba a una auténtica arpía empeñada en torturar a su ex marido ( un Kirk Douglas más tortuoso y atormentado que nunca), y en Chicago, años 30, joya de l cine negro dirigida por Nicholas Ray, en la que encarnaba a una madura corista que rehacía su vida junto a un abogado tullido, interpretado por Robert Taylor. Curiosa paradoja (supongo que intencionada) la de juntar a la actriz de las piernas más pefectas con un galán que cojeaba, ¿no les parece?

Caroline Munro

La verdad es que no solo las piernas… sste auténtico monumento de mujer lo tenía bien todo. Esta belleza británica, se curtió en las filas del cine de terror producido por la Hammer, pero se la recuerda especialmente por haber sido la protagonista de dos películas de aventuras Una de ellas magnífica, El viaje fabtástico de Simbad (1973). Y la otra, de un cutre que la hace resultar casi entrañable, Star Crash (1978), un remedo italiano de Star Wars, donde ella lucía sexy hasta decir basta. Luego coqueteó también con el ultragore, convirtiéndose en la víctima de psicópatas varios en filmes como Maniac (1980), y la hipersangrienta Los depredadores de la noche (1987), del inclasificable Jesús Franco. Hasta se condeó con Paul Naschy en la lamentable El aullido del diablo (1988). Luego, harta del mundo del espectáculo, dejó el cine y se convirtió… ¡en misionera! Laica, pero misionera. Caroline, por favor, ven y conviérteme. La salvación de mi alm

Julia Adams

Si hay una imagen sexy que sea icónica en el cine de ciencia ficción de serie B de los años 50, esa es la de Julia Adams con su bañador blanco, acosada por una aberrante criatura con disfraz de goma en La mujer y el monstruo (1954), una película de Jack Arnold que pese a la escasez de medios es una auténtica joya retro.

Retomando el cuento de la bella y la bestia de manera un tanto libre, el filme nos muestra a Julia en el papel de una bellísima científica (uno empieza a creer que en ciertos laboratorios de EE UU hacen castings para contratar al personal femenino), a la que que durante una expedición al Amazonas no se le ocurre mejor idea que zambullirse con su ceñido traje de baño, despertando la lujuria de una enamoradizo monstruo prehistórico (cruce entre humanoide y anfibio).

Aparte de esta película, la Adams tiene una filmografía nada despreciable en la que se pueden encontrar perlas como Horizontes lejanos (1952), de Anthony Mann, El desertor del Alamo (1953), de Bud Boetticher, o Historia de un condenado (1953), de Raoul Walsh. Formó pareja con Rock Hudson en varias películas, antes de que este se tropezara con Doris Day, pero nosotros siempre la recordaremos como la mujer que nos demostró que la belleza (femenina) aplaca a las fieras. O, en este caso, a los monstruos… de goma.

Angie Dickinson

A estas alturas casi todo el mundo la recuerda por haber sido la protagonista de aquella serie de los 70 titulada La mujer policía. Pero Miss Dickinson fue la perfecta heroína hawaksiana (ya se sabe… mujer fuerte, independiente, de vuelta de todo…) en la genial Río Bravo (1959). Precisamente, en la foto la vemos luciendo sus preciosas piernas en un momento del rodaje junto al director Howard Hawks. Y también supo hacer de chica mala. Seguramente, ningún aficionado la ha olvidado ataviada con lencenría de fantasía y ligueros y medias negras en A quemarropa (1968), aquel violento thriller de John Boorman en el que encarnaba a la infiel y ambiciosa esposa de un asesino a sueldo interpretrepado por Lee Marvin. Logicamente, como en tdoo en buen filme de cine negro, Angie pagaba sus maldades recibiendo un tiro en la sien mientras se cambiaba detrás de un biombo. Y es que a veces ni un buen par de piernas te pueden salvar de un implacable killer.

Sean Young

Lo de la carrera de esta chica si que es un expediente X que no lo resuelve ni Iker Jiménez. Saltó a la fama interpretando a Rachel, la deliciosa androide de Blade Runner, papel que la convirtió en una de las grandes promesas femeninas del Hollywood de su época.Y revalidó las esperanzas puestas en ella trabajando en Dune de David Lynch y en No hay salida, un estupendo thriller junto a Kevin Costner, en el que lució más sexy que nunca. Pero luego…. vino el descalabro. James Woods, que no es precisamente el hombre más atractivo del mundo, la denunció por acoso sexual y desde entonces la muchacha no levantó cabeza, paseando su belleza por productos cada vez más B, hasta caer finalmente en las procelosas aguas de la serie Z. ¿Pero qué te ocurrió Sean?

Marlene Dietrich

Resulta difícil a estas alturas escribir sobre ella algo que no se haya dicho ya. Pero también es difícil olvidar que sus perfectas piernas hicieron enloquecer al profesor encarnado por Emil Jannings en esa joya del cine alemán de los años treinta titulada El ángel azul. El maestro Billy Wilder tampoco se olvidó de rendirle tributo a sus piernas en las dos películas que rodó con ella, Testigo de cargo y Berlin Occidente, que contienen dos escenas en las que la cámara se deleita recorriéndolas de arriba a abajo y a la inversa. Por el contrario, Orson Welles prefirió explorar otras facetas de la mítica actriz. En concreto su gran talento para las caracterizaciones exóticas y le brindó un impagable papel de gitana en Sed de mal que ya ha pasado a la historia.