“Existe esa cosa misteriosa que se cuela por azar y a la que yo llamo el encanto. Esa especie de aroma surge mucho tiempo después. Hay imágenes que envejecen bien y que envejecerán cada vez mejor. Ésas son las buenas fotos”. Así explicaba el fotógrafo francés Robert Doisneau (Gentilly, 1912- París, 1994) lo que para él era una buena fotografía. 

La exposición que presenta la Fundación Canal incluye 110 fotografías que evidencian la extraordinaria capacidad de Robert Doisneau de extraerLa belleza de lo cotidiano.

 Una exhaustiva y personal selección llevada a cabo por sus hijas y comisarias de esta exposición, Annette Doisneau y Francine Deroudille, atendiendo a los principales intereses y temas preferidos de su padre. 

Además, también se exhibe cierto material personal del fotógrafo como su cámara Rolleiflex.

La muestra abarca 45 años de creación del artista –desde finales de la década de los 20 hasta mediados de la década de los 70, ocupando los años 40 y 50 el grueso de su trabajo.

La exposición se divide en dos secciones:La belleza de lo cotidiano, que alberga 80 copias de época, algunas de sus obras más conocidas en blanco y negro, comoEl beso del Hôtel de Ville,Mademoiselle Anitao el retrato de Pablo Picasso, y otras hasta hoy nunca vistas por el público o muy poco difundidas; y la serie a color Palm Springs 1960,una sorprendente, inesperada e irónica producción de los años 60 olvidada desde entonces y recuperada para esta exposición. 

Autorretrato

Autorretrato con Rolleiflex, 1947

 © Robert Doisneau / GAMMA-RAPHO 

Robert Doisneau nació en un pequeño suburbio parisino llamado Gentilly en Francia, el 14 de abril de 1912, exactamente el mismo día del hundimiento del Titanic. Durante su juventud, estudió grabado y litografía pero no fue hasta 1929 cuando decidió dedicarse a la fotografía. 

Doisneau pertenece a la llamada Escuela Humanista, de la cual es uno de sus más afamados representantes. Exponente del realismo poético y fiel a su particular estilo, que tan magníficamente ha sobrevivido al paso de los años, desarrolló un claro modus operandi que se basaba en encontrar el escenario perfecto y estar atento a todo lo que ocurría a su alrededor. 

 

El trabajo de Doisneau no puede comprenderse sin tener muy presente su empeño en mostrar la vida no como es, sino como a él le hubiera gustado que fuera. 

El beso

El beso de l’Hôtel de ville, 1950 

© Atelier Robert Doisneau, 2016 

 Internacionalmente conocido por sus retratos de la vida en la calle, sus fotografías han llegado a ser íconos de la vida parisina. De hecho, El beso del Hôtel de Ville (1950), publicada por primera vez en la revista Life, es posiblemente la imagen más reproducida en la Historia de la Fotografía. 

En 1988, cuando Doisenau tenía 76 años y estaba casi retirado después de seis décadas de carrera, una revista francesa volvió a publicar El beso para ilustrar el éxito de la foto y preguntarse quiénes eran aquellos jóvenes que se besaban. Centenares de personas reclamaron ser esos anónimos protagonistas para reclamar dinero por derechos de imagen. 

 

Hubo incluso personas que llevaron a Doisneau a los tribunales. Fue entonces cuando se supo realmente quiénes eran los jóvenes de la fotografía: una pareja de actores a los que el fotógrafo había contratado, Françoise Delbart, que tenía 20 años, y Jacques Carteaud, de 23. Ambos pertenecían a la Escuela de Arte Dramático de París. Gracias a que Doisneau conservó el resguardo del pago a los actores pudo ganar en los tribunales a los que le demandaron. 

Retrato

Mademoiselle Anita, 1951 

© Robert Doisneau / GAMMA-RAPHO 

 Doisneau pertenece a la llamada Escuela Humanista, de la cual es uno de sus más afamados representantes. Exponente del realismo poético y fiel a su particular estilo, que tan magníficamente ha sobrevivido al paso de los años, desarrolló un claro modus operandi que se basaba en encontrar el escenario perfecto y estar atento a todo lo que ocurría a su alrededor. 

Niños en la escuela

La información escolar, Paris 1956 

© Atelier Robert Doisneau, 2016 

 

Las fotografías que podemos ver en la serie «La belleza de lo cotidiano» , reflejan multitud de pequeñas historias reales compuestas por fotografías del extrarradio gris de París, fábricas, niños solitarios o rebeldes, niños en la escuela, la Guerra, jornadas de trabajo, fiestas de un pequeño pueblo galo, artistas, gente del espectáculo, del mundo de la moda…, sin duda todo un relato autobiográfico. 

Ensueño

Criaturas de ensueño, París, 1952 © Atelier Robert Doisneau, 2016 

Cada imagen describe una realidad tangible de aquella época. Todos los personajes que aparecen en las fotografías se perdieron en su poética particular hasta llegar a un mundo totalmente imaginario: “El mundo que intentaba mostrar era un mundo en el que yo me sentiría bien, en el que la gente sería amable y en el que encontraría la ternura que deseo recibir. Mis fotos eran como una prueba de que ese mundo puede existir”, comentó el artista al fotógrafo Frank Horvat en 1990. 

La novia

La boda en casa Gégène, 1946

© Atelier Robert Doisneau, 2016

 

A través de estas fotografías podemos viajar hacia un universo ficticio donde la lectura anecdótica de las imágenes se pierde en favor de una reflexión más universal. En este universo paralelo cada cual el libre de crear su propia historia. 

Picasso

 

Los panes de Picasso, Vallauris 1952 

© Robert Doisneau / GAMMA-RAPHO 

 

El deseo de transformar la realidad llevaron a Doisneau a rodearse de gente del mundo del espectáculo. Sus mejores amigos eran actores, músicos y escritores; solo se encontraba cómodo con quienes sabían “inventar sueños” y crear ilusiones. Era un etnólogo de su propio entorno. Produjo alrededor de 450.000 negativos y acumuló obsesivamente, a través de su cámara, miles de testimonios sobre su entorno más próximo, sobre su época y sus contemporáneos; pero, ante todo, pretendía que fueran falsos testimonios, en ocasiones casi rozando la burla. 

Palm Springs

Piscina, 1960 

 © Atelier Robert Doisneau, 2016 

Una de las series menos difundidas de Doisneau, es la serie a color Palm Springs 1960, una sorprendente, inesperada e irónica producción de los años 60 olvidada desde entonces y recuperada para esta exposición. 

 Esta serie, que muestra una fase muy desconocida del artista, es el primer trabajo a color de Doisneau, detalle que resulta sorprendente ya que había experimentado con el color durante los 20 años anteriores. Y es que es poco sabido que Doisneau era un enamorado del espectro cromático pero no trabajó antes con él porque, en aquella época, trabajar a color era muy caro y porque él mismo dudada sobre la perdurabilidad del color. 

Refugio de jubilados

Las bolas de golf, 1960 

 

© Robert Doisneau / GAMMA-RAPHO 

Robert Doisneau era un enamorado del color. Con la serie Palm Spring, 1960, trasformó su mirada melancólica en una mirada irónica y afilada, algo que resultó inesperado en él. Este trabajo, un extraordinario hallazgo que, tras una larga temporada oculto, vuelve a ver la luz, permite ver el lado más desconocido, divertido y satírico de Doisneau. 

 

El 19 de noviembre de 1960 Doisneau voló por primera vez a los Estados Unidos para realizar un reportaje solicitado por la revista Fortune. El tema del reportaje era la construcción de campos de golf en Palm Springs, refugio de jubilados americanos adinerados en el desierto de Colorado El 21 de noviembre llegó a Palm Springs, donde permaneció hasta el 1 de diciembre.

Planeta artificial

Cisnes inflables, 1960 

 © Atelier Robert Doisneau, 2016 

Lo que descubrió en Palm Springs le incitó a ahondar en el contenido del reportaje. Más allá de los campos de golf, inmortalizó de forma divertida un planeta artificial, repintado de suaves colores, tonos pastel del desierto californiano que muchas veces ni parecían verdaderos colores. Aquí es donde Doisneau muestra su visión más sarcástica y un fino sentido del humor. Enseña al mundo aquel lugar artificial donde parece que todo el mundo solo juega al golf, donde hay palmeras traídas en camiones desde México, donde las mujeres estadounidenses se protegen del calor del desierto con abrigos de piel. 

 

Tardó dos semanas en hacer este reportaje en Palm Springs; se publicó en el número de Fortune de febrero de 1961. Utilizó una Rolleiflex, una Leica y una Hasselblad y, por primera vez, empleó la película de color con fines definitivamente estéticos. 

Colores

Los balcones, 1960

© Atelier Robert Doisneau, 2016 

Este es un extracto de la irónica carta que Doisneau envió a Maurice Baquet desde Palm Springs: 

«Empiezo a saber lo que son los colores suaves, aunque pensaba que ya los había descubierto en el coche de Ray Sugar y en los escaparates de los peluqueros de barrio. 

En Palm Springs resultan encantadores, sobre todo por la noche –fachadas de color verdín, tejados anaranjados y palmeras de tono lila–. Hay más combinaciones, infinitas, y todas son preciosas. Además, aquí todo el mundo está alegre. 

 

Me siento de otra época, como un sillón Luis XV en un aeródromo o un violoncelo delante de un edificio de Life (…)»

Sala

 © Fundación Canal 

Las comisarias de la exposición son Annette Doisneau y Francine Deroudille, hijas de Robert Doisneau. 

 Exposición coproducida por Fundación Canal y Atelier Robert Doisneau