El día en el cual seamos tan vagos como para no poder mover ni un solo dedo de nuestra mano para llevarnos un bocado de comida a la boca habremos tocado fondo. Pero, ¿y si el futuro está más cerca de lo que creemos? El Instituto Real de Tecnología de Melbourne (Australia), en colaboración con el Instituto indio de Tecnología de la Información Diseño y Tecnología, han dado con la solución… pero no os asustéis porque se trata de un proyecto que busca mejorar la experiencia de comer y no sobrealimentar a los comensales. Más bien es una especie de juego en el que su actitud y sus sentimientos tendrán mucho que ver con conseguir una ración de comida.

Os presentamos Arm-A-Dine un brazo robótico unido al pecho de una persona que atrapa de forma autónoma los alimentos que tiene frente a él. La gracia está en que puede comportarse de 3 formas diferentes según sea la expresión de nuestra cara: si estamos tristes, podremos comer; si estamos contentos, le daremos de comer a nuestro compañero de mesa; y si nuestra expresión es neutra, el brazo oscilará en medio de la mesa si saber muy bien hacia dónde tiene que ir. Ahora a jugar:

De momento, no se trata de un proyecto que se vaya a comercializar (afortunadamente, todavía guardamos fe en la humanidad). En caso de querer darle una funcionalidad, como por ejemplo dar de comer a personas impedidas, es necesario mejorar la técnica. Y es que, por razones de seguridad, el brazo se queda siempre a unos 10 centímetros de distancia de la boca del comensal, de tal manera que el último gesto siempre lo tiene que hacer la persona. Además, estos brazos solo pueden agarrar ciertos tipos de alimentos, así que de momento estaría cerrado a un grupo cerrado de ellos.

¿La experiencia? Para quienes lo probaron, el objetivo se cumplió: consiguieron socializar más con su otro compañero en la mesa, sentirse nostálgicos al recordar a sus padres cuando les daban de comer, incluso hacer sentir nervios cuando el brazo se quedaba en medio de la mesa decidiendo para quién sería el siguiente bocado.

Y vosotros, ¿os haríais con uno?

Alberto Pascual García