Entrevistamos a Marcel-lí Antúnez, referente del media art (arte tecnológico) español, creador que convulsiona al público con montajes brutales, viscerales, apoyados en la tecnología, la mecatrónica, los interfaces que permiten interactuar con un mundo virtual no apto para menores ni pieles sensibles
Marcel·lí Antúnez fue cofundador de La Fura dels Baus y “responsable” de los primeros años del grupo catalán que colocó el arte de la performance en las tripas de los espectadores. Lleva más de 30 años agitando públicos. Y no para.
Marcel·lí Antúnez estará el 13 de noviembre en el centro cultural Las Cigarreras, Alicante, en Ros Film Festival, con su espectáculo Sistematurgia Variétès.
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Año 1984. Accions. Un público muy virgen en una nave enorme, el Mercado de Frutas y Hortalizas de Legazpi, en Madrid. Hay una generación que no ha olvidado nunca lo que ocurrió aquel día allí.
“Accions era una llamada a la acción, a no quedarse impávido ante lo que ocurre a nuestro alrededor”
Vimos a dos hombres vestidos de traje corriendo a nuestro lado, con hachas en las manos, despedazando un coche con extrema violencia. Vimos un hombre desnudo, embadurnado en grasas, como una larva, naciendo de una especie de tinaja que rodaba entre nuestros pies. Vimos hombres comiendo carne cruda con las manos, vimos a un auténtico coloso en taparrabos echarse sobre la cabeza un cubo de sangre. Había fuegos artificiales, agua a chorros, fuego de verdad, culos, pollas y música muy punki tronando. “Era una llamada a la acción, a no quedarse impávido ante lo que ocurre a nuestro alrededor”, comenta Marcel·lí Antúnez.
Esta es la demo oficial de la performance Accions (1984) de la Fura dels Baus. Marcel·lí Antúnez Roca era coofundador, actuante, músico y coordinador artístico de esta pieza histórica.
Lo cierto es que antes de empezar esta entrevista, tenía un nudo en el estómago, una sensación entre la náusea y el miedo que Accions dejó en mi sistema límbico y vuelve 30 años después. “No me extraña lo que me cuentas -dice Marcel·lí Antúnez-. Era un trabajo dirigido a provocar emociones. Cuando vi nacer a mi hija pensé que muchas de las cosas que ocurrían en Accions se parecían. Durante el parto de mi hija viví escenas que flipaba. Pensaba: Accions era igual que esto”.
“Entonces creímos que la tecnología era una utopía, que nos llevaría a conquistar un mundo mucho mejor que este. Se podía hacer todo de nuevo con tecnología”
Accions incorporaba algo realmente alucinante para los primorosos años 1980: mecatrónica. La Fura de Marcel·lí jugaba ya con cachivaches mecánicos y electrónicos, la primerísima robótica, los primeros sistemas de computación del mundo. “Entonces creímos que la tecnología era una utopía, que nos llevaría a conquistar un mundo mucho mejor que este. Se podía hacer todo de nuevo con tecnología”, me dice Antúnez.
“Empecé a hacer un internet de las cosas antes de que existiera el Wifi”
La mecatrónica, esa varita mágica que da vida y movimiento a las cosas, integra todo lo que Marcel·lí ha llevado al escenario durante 30 años de carrera post Fura del Baus. “Empecé a hacer un internet de las cosas antes de que existiera el Wifi”, recuerda.
Una vez, la “cosa” conectada, el objeto que los espectadores podían controlar mediante un interfaz, fue su propio cuerpo. Para su montaje Epizoo, creó una escultura interactiva con materiales orgánicos, conocida como Joan el Hombre de Carne.
La escultura era su propio cuerpo. Se colocó una estructura de cabeza a pies, llena de sensores, como una especie de exoesqueleto rodeándole, y un casco que sujetaba la boca, que el público podía controlar a distancia.
Esto ocurría en 1994, el año en que Antúnez montó Epizoo. 1994. Sin móviles, sin WIFI. “Diseñamos una especie de vídeo juego muy simple para que la gente pudiera interactuar con mi cuerpo”, explica Antúnez. Para conseguirlo tuvimos que inventarlo todo. “En el Departamento de Robótica de la Universidad Politécnica de Cataluña me hicieron ver que lo que yo utilizaba para mis obras era un exoesqueleto, algo que en robótica se utilizaba desde los años 1950. Para trabajar en ambientes extremos se mandan robots controlados por un usuario a distancia moviendo el cuerpo si la tarea lo exige. Y eso era lo que había descubierto por mi cuenta”, explica Marcel·lí.
Por medio del terminal informático que creó, el público podía activaba los mecanismos del exoesqueleto, y manipular a voluntad su carne: abrir las fosas nasales, o la boca, golpear sus nalgas, elevar su pecho, estirar los labios… Antúnez, o El Hombre de Carne, se ofrecía al público enteramente.
Para Epizoo Marcel·lí Antúnez desarrolló lo que fue el primer dispositivo que permitió que los espectadores tuvieran el control telemático de los objetos que estaban en escena, entre ellos, el cuerpo del performer. No fue lo único que inventó.
El público podía activaba los mecanismos del exoesqueleto, y manipular a voluntad su carne: abrir las fosas nasales, o la boca, golpear sus nalgas, elevar su pecho, estirar los labios
“En 2002, cuando monté la performance Pol, se estaban estableciendo los protocolos de Internet. Existía desde hacía mucho, pero eran protocolos cerrados para universidades. Tuve que hacer desarrollar el software que necesitábamos para el montaje. Entonces no existía nada, no existía la tecnología que me permitiera hacer lo que yo quería, y Pol sufrió mucho por eso”, dice Antúnez.
Pol, un conejo en busca del amor, reunía cinco robots, tres pantallas panorámicas en las que se mostraban vídeos y animaciones, y dos actores vestidos, con lo que Antúnez bautizó como dreskeleton. “Pol sobrepasó mis capacidades y tampoco tuve el feedback que esperaba. Metí dinero por un tubo para llevar a cabo estas piezas. Me costó bastante salir del tema Pol, pero la idea de los exoesqueletos fue muy importante”.
El dreskeleton lleva unos botones, unos sensores que convierten el cuerpo de Antúnez en una especie de teclado expandido, sin cables, que se puede comunicar con los robots que tampoco llevan cables. “Pol técnicamente fue un fracaso. En todos los estrenos siempre, diez minutos antes, se había roto un cable o fallaba la comunicación. Entonces nos comunicábamos por radio porque el wifi no se había desarrollado comercialmente. No existía. Para conectar las cosas entre sí tenías que utilizar un protocolo de radio, y las ondas de radio, cuando actúas en un lugar donde hay mucho metal, producen una reverberación y no llegan, o llegan con tanta información que es todo ruido”.
«En aquel momento se pensaba que las tecnologías ofrecían un escenario utópico, y nos hemos dado cuenta de que se ha convertido en un escenario distópico total, que estamos totalmente controlados»
«Estuve una semana pidiendo favores a programadores con los que ya no trabajo. Hoy acabo de pagarle a uno de ellos con una llonganisa, porque no quieren cobrarme»
¿Qué ha sido de Epizoo, o de Pol, o de Metamembrana, esos montajes de Marcel·lí que dieron la vuelta al mundo? ¿Podrían reponerse hoy?
“Imposible, -me dice Antúnez- ¿Cómo mantienes una obra en repertorio de este tipo? Necesitas poner en marcha máquinas que se han quedado obsoletas. He intentado reponer Protomembrana recientemente y ha sido toda una odisea. Hubo que poner en marcha ordenadores que hacía ocho años que no se utilizaban. Pusimos máquinas nuevas y los drivers no iban. Estuve una semana pidiendo favores a programadores con los que ya no trabajo. Hoy acabo de pagarle a uno de ellos con una llonganisa, porque no quieren cobrarme”
¿Una llonganisa?
Sí. Así es como llamamos al salchichón en Cataluña.
Marcel·lí, ¿a ti te gustan los robots?
Yo tengo una Roomba, un robot aspirador que va de cojones. Lo que pasa es que Roomba de momento no está conectado al WIFI. Vislumbro que cuando empiece a funcionar el internet de las cosas, en todos y cada uno de los objetos que nos rodean, vamos a estar jodidos. Abrirás la nevera y sabrán si has comido más o menos huevos, o sea, será brutal. No sé cómo se va a llevar esto.
«Quizás habrá algoritmos que controlen el cambio climático, ¿no? Podrían servir para eso, y que Google sepa si se están echando demasiados pesticidas, o si se está labrando mal la tierra»
Ahora ya saben mucho de nosotros con el teléfono, pero se les escapan cosas. El control va a ser brutal. Con eso no quiero decir que los algoritmos sean malos, lo son si se usan de mala manera. Los robots van a ser cojonudos. Nuestra relación con las máquinas viene de lejos y nos ha facilitado muchas cosas. Quizás habrá algoritmos que controlen el cambio climático, ¿no? Podrían servir para eso, y que Google sepa si se están echando demasiados pesticidas, o si se está labrando mal la tierra.
«La lavadora, el lavaplatos y el Roomba nos han sacado de muchos apuros y lo cierto es que podrían ser mejores»
También se supone que los robots nos tendrían que liberar de la esclavitud del trabajo- A ver si es verdad. La lavadora, el lavaplatos y el Roomba nos han sacado de muchos apuros y lo cierto es que podrían ser mejores.
¿Y qué hay ahora en tu mente, con qué estás trabajando?
Ahora. Bueno… En la primera década del siglo XXI empecé el proyecto Membranas. Es un intento de comprender el mundo a partir de un diagrama que presentó en los años 1980 el artista austriaco Friedensreich Hundertwasser. Decía que los humanos vivimos en un universo de pieles que van creciendo. Hablaba (de la piel,) de la epidermis, el vestido, la casa, la sociedad, la naturaleza. Todo está relacionado. La membrana es algo que inhala y exhala, que hace que todo esté interconectado.
«Ahora mis trabajos tienen mucho que ver con la comida y con la descomposición de las cosas vivas»
A raíz de la pandemia paso más tiempo en el campo. Ya tenía un pequeño huerto, pero este año lo he desarrollado. Entonces me he dado cuenta de que cultivar pantas (precisamente) contempla todo ese proceso de las membranas. Plantas algo, lo acabarás comiendo, lo ingieres y lo cagas y a la vez esa mierda sirve de abono. Ahora estoy muy metido en este rollo y mis trabajos tienen que ver con eso, con la comida y con la descomposición de las cosas vivas. He hecho varios trabajos en el cultivo de bacterias y de hongos. Pienso en eso en el plano alegórico o simbólico, que es el que sustenta al mundo del arte. Es decir, nosotros, de algún modo, intentamos alimentar con nuestros trabajos una parte del ser humano.
¿De qué va Sistematurgia Variétès, el montaje que llevarás a Alicante para Ros Film Festival?
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