Puede que el profesor de biología marina Steve Hillenburg, el “padre” de Bob Esponja, se haya inclinado por el rival equivocado en una de las controversias más largas en el campo de la biología evolutiva.
Durante la última década, los zoólogos se han enfrentado por la respuesta a una pregunta fundamental: “¿Cuál es la rama más antigua del árbol de la familia animal, las esponjas o las medusas ?” Saberlo permitiría comprender el camino evolutivo del sistema nervioso, el tracto digestivo y otros órganos básicos en animales modernos.
Durante casi un siglo, los científicos organizaron el árbol familiar animal basándose fundamentalmente en la complejidad relativa de diferentes organismos y, debido a su simplicidad, se consideró que las esponjas eran los miembros más antiguos entre los animales. Este paradigma comenzó a cambiar cuando la genética comenzó a proporcionar grandes cantidades de información sobre el ADN de numerosas especies. Los biólogos evolucionistas comenzaron a utilizar estos datos para redefinir las relaciones evolutivas, creando un nuevo campo llamado filogenómica. En la mayoría de los casos, el ADN ayudó a aclarar los vínculos entre animales, pero en otros, las diferentes se hicieron aún más notorias.
En 2008, uno de los primeros estudios filogenómicos, señaló a las medusas como los pioneros en el reino animal y, a principios de año, otra investigación volvía a dejar el balón en el campo de las esponjas.
Para intentar resolver de una vez por todas este dilema, un equipo de biólogos evolutivos de la Universidad de Vanderbilt y de la Universidad de Wisconsin-Madison ha ideado un nuevo enfoque cuyas conclusiones han sido publicadas en Nature.“El método actual que utilizan los científicos en los estudios filogenómicos – explica Antonis Rokas, uno de los autores del estudio, en un comunicado – es recolectar grandes cantidades de datos genéticos, analizarlos, construir un conjunto de relaciones y luego argumentar que sus conclusiones son correctas debido a varias mejoras que han hecho en su análisis. Esto ha funcionado muy bien en el 95% de los casos, pero ha llevado a diferencias aparentemente irreconciliables en el restante 5%”.
Rokas y sus colaboradores decidieron concentrarse en 18 de estas polémicas relaciones (siete de animales, cinco de plantas y seis de hongos) en un intento de entender por qué los estudios han producido resultados tan contradictorios. Para ello compararon los genes individuales de las diferentes especies en conflicto. Este tipo de análisis suelen implicar cientos o miles de genes. Los investigadores determinaron cuánto peso tenía cada gen en una hipótesis (por ejemplo cuántos genes apoyaban la idea de las medusas como primeros animales y cuántos favorecían la hipótesis de las esponjas) y etiquetaron la diferencia resultante como una “señal filogenética”. De acuerdo con este sistema, la hipótesis correcta sería aquella en la que las señales filogenéticas eran mayoría. Y las ganadoras fueron las medusas.
Juan Scaliter