¿Recordáis la gran bola de fuego que explotó sobre la localidad rusa de Cheliábinsk, en los montes Urales la mañana del 15 de febrero de 2013? Este bólido liberó una energía de 500 kilotones cuando entró en nuestra atmósfera (30 veces superior a la bomba nuclear de Hiroshima) y explotó a una altura de 20.000 metros. Cerca de 1.500 personas sufrieron sus consecuencias, la mayoría por los efectos de la onda expansiva que provocó. Desde entonces, no ha habido ningún evento de similares características hasta hace 3 meses.

La NASA ha confirmado que un meteoro entró en nuestra atmósfera el pasado mes de diciembre y explotó sobre el mar de Bering, en la península rusa de Kamchatka. El hecho de que sucediera un sitio tan recóndito, es la razón por la que nos hayamos enterado de este suceso 3 meses después. Se trata del evento más grande de estas características después del ocurrido hace 6 años (esta vez, la energía liberada fue 3 veces menor).

Según ha informado la NASA, una bola de fuego tan grande como estas se espera unas dos o tres veces cada 100 años… ¡y en menos de una década ya han entrado en nuestra atmósfera dos! El acontecimiento tuvo lugar el mediodía del 18 de diciembre, cuando el asteroide cayó a una velocidad 32 km/s, en una trayectoria empinada de siete grados. La roca espacial explotó a 25.6 km de altura sobre el nivel del mar, con una energía de impacto de 173 kilotoneladas.

A pesar de que la NASA tiene el cometido de encontrar cualquier objeto que pueda impactar contra la Tierra (al menos el 90% de ellos), este evento y el que ocurrió en Cheliábinsk en 2013, son una muestra de que por mucha tecnología que tengamos, siempre puede ocurrir que algún asteroide se cuele en nuestra atmósfera sin previo aviso.

Hemos conocido la noticia en la 50º Conferencia de Ciencia Lunar y Planetaria que se celebra en The Woodlands (Texas), muy cerca de Houston.

Fuente: BBC

Alberto Pascual García